jueves, 27 de septiembre de 2007

Mañana me iré...

Sí, parto de este mundo cruel, que no me ha dado más que dolor, sufrimiento y angustia.

Jaja, no, la verdad es que me dio la locura, y cumpliré uno de mis deseos postergados: recargar pilas en mi Pichilemu querido. Hace tanto que no voy! desde marzo, cuando por última vez me encontré con un dios griego... (qué será de él, a todo esto? andará haciendo caridad en un país africano?).

Ayer desperté convencida de que debía reconectarme con la naturaleza, no sé, abrazar y sentir un árbol, como me recomienda el Zen (aunque por allá tendré que andar toqueteando palmeras o una que otra roca). Así que llamé a mis padres y les dije que nos fuéramos. Eso me gusta, decir Upa! y que te respondan Chalupa! al tiro, nada de enrollarse y complicarse con tonteras. Hasta Gatoku y la Pinky se van con nosotros. Mi autoku parecerá un zoológico...

Dicen que vuelvo el lunes. En una de esas me da la locura y me quedo por allá. Total, las tecnologías de la información permiten que una maneje el mundo desde cualquier parte. Aunque igual debo volver... bueno, ahí veremos. En todo caso, siempre será más entretenido contemplar a los menores de edad metiéndose al agua antes que estar acá encerrada, esquivando galanes indeseables y mirando en el espejo mi cara de pena.

Me llevo la bika! a ver si ahora sí que sí me atrevo y vuelvo a montarla. Total, como debe andar poquita gente, si me saco la mugre pasaré ultra piola.

Uy, qué emoción! Por favor, diosito lindo, que autoku se porte bien y no me salga con una pana inesperada. Mira que necesito relajarme y no añadir más motivos de rabia a mi desventurada y poco poética existencia.

Ay, qué rico volver a encontrarme con estas escenas! Esta la captó mi hermano querido en diciembre del año pasado, no sé si en Punta de Lobos o Playa Hermosa. Después de ver esta imagen el pobre se dio cuenta que debía nivelar la cámara para que el horizonte quedara derecho y no medio ladeado. Pero igual es linda!

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Mi mundo paralelo

Hace años, cuando era una joven e hiperactiva ejecutiva de cuentas de una agencia de comunicaciones, mi jefe, un gordo seboso y repugnante, me dijo un día que yo veía las cosas que quería ver, oía lo que quería oir, y procesaba todo eso en mi retorcida mente. En realidad se refería a que mientras él pensaba que un cliente estaba insatisfecho con mi labor, yo asumía todo lo contrario y me creía la mejor de las relacionadoras públicas.

Hoy desperté (muy tarde, por lo demás. Eso me pasa por abusar de los calmantes) y de pronto tuve una súbita iluminación: vivo en un mundo paralelo. De alguna manera, mientras estoy a solas conmigo misma, estoy tranquila. Soy feliz tejiendo mis creaciones, escribiendo mis requiebros amorosos, dejándome embaucar por una película, gritándole a mi gato (para después tomarlo en mis brazos y dejarme llevar por una súbita crisis de amor), suspirando en la ventana por los colores del atardecer, y soñando con que una mañana todo será armonía y color.

El problema comienza cuando me relaciono con otras personas, en especial con los del sexo opuesto. Al parecer todos los mensajes me llegan en un código que soy incapaz de descifrar, y ante tal inoperancia me invento intenciones que nunca fueron, sentimientos inexistentes, sueños y tormentas que jamás inculqué en sus almas.

Cuántas veces no le he dicho a mis amigas "te juro por dios que fue cierto" y busco alguna prueba de que efectivamente el personaje pasó por mi vida, algo tangible, qué se yo, un objeto olvidado, un mail que pruebe que nada fue producto de mi imaginación, que estaré loca pero no tanto como para inventar una historia inverosímil?

A mi mundo paralelo llegan las palabras, los gestos, las intenciones, como un eco lejano, como un sonido del viento, y lo interpreto de cualquier manera, ya sea para bien (y creerme la reina de Saba y dominadora del universo y del alma humana) o para mal (y sentir que soy una rana cualquiera de un charco olvidado).

Mi muso! pobre, debe ser un fastidio encontrarse de repente con esta loca desatada que llega con su corazón en un pañuelo y pretende obtener respuestas a preguntas que jamás fueron planteadas. Todo fue una confusión de mi turbulento corazón, todo lo entendí mal, nunca anduvo su alma por estos rumbos...

Supongo que mi producción literaria se despeñará por otros desfiladeros, ya que no puedo seguir escribiendo de una pasión inexistente. Bueno, inexistente en el mundo real, porque lo que una siente no se pierde de la noche a la mañana (aunque sería tan agradable que así fuera. Someterse a una operación, que le extirparan una parte del cerebro, y después de unas horas de reposo encontrarte con que ya no duele lo que hacía sufrir tanto).

Y así seguir, sonriente en mi mundo paralelo, viendo las flores estallar en su belleza, dejándome acariciar por la brisa de la primavera, suspirando como siempre en la ventana por la belleza del ocaso... hasta que otra vez se crucen en mi camino unos ojos transparentes, y nuevamente pierda la cabeza, de por si ya extraviada por naturaleza.

martes, 25 de septiembre de 2007

En memoria de mis sueños

Hubo un día en que la luz del sol era bendita e inmaculada; con su tibieza rodeaba mis brazos de una dulce aura, y me invitaba a caminar por senderos inexplorados.

Hubo una noche en que el rumor de las olas adormeció mis temores, en que mi sonrisa era de fuego, y que un presentimiento dio tregua a mi tristeza legendaria.

Hubo una mañana en que desperté acunada en un pecho cálido, en que dedos sutiles acariciaban mis cabellos, en que mi cuerpo creyó abrirse a un mundo nuevo de esperanzas y sentimientos.

En memoria de ese día, de esa noche y de esa mañana tengo escritos mil versos, con verdades infinitas y anhelos inconclusos, dedicadas a cada uno se los sueños que fueron muriendo en el ocaso y el olvido.

lunes, 24 de septiembre de 2007

Como un ser etéreo y de luz

No me moveré de aquí. No me acercaré más a los soles ardientes. Tengo un día para vivir cada mañana, y no lo perderé lamentándome por lo que no poseo.

Soy joven, me estremezco como un ser etéreo y de luz, y mi cabello promete abrigar los corazones sinceros que busquen amparo en mi calor.

Porque mi espíritu no tiene límites, no distingue entre lo humano y lo divino. Sólo intenta encender el fuego en las almas que lo rodean.

sábado, 22 de septiembre de 2007

El deber

Tengo un deber ineludible que cumplir: me piden que escoja hasta 8 de mis "creaciones" para competir contra otros. Ja, no, no compito con nadie, pero si quiero que alguna vez alguien más que el par de lectores de este blog sepa de Amanda Cabot debo comenzar a meter bulla.

El problema es que cada día que pasa un nuevo estado anímico me impulsa a escoger unas y desechar otras. Es complejo tener que elegir, sobre todo cuando un escrito puede ser muy bello y desgarrador, o bello y esperanzador, pero no coincide con el sentimiento del momento de la elección.

Si ahora elijo, preferiré las más oscuras de mis creaciones, las más tristes, las más melancólicas. Y si bien el dolor en sí tiene belleza, siempre deja un rastro amargo en el espíritu del que lee. Cómo no sentir bien adentro la congoja expresada en unas líneas sin quedar con un gusto raro en la garganta?

Y tampoco puedo elegir mis escritos más "alegres", porque me da pena leerlos y pensar que alguna vez tuve esos sueños, esas esperanzas, y que todo ahora se ha ido al carajo. Tengo una llaga muy recientemente abierta como para ser objetiva.

Pedí ayuda, pero no me pescaron ni en bajada (a veces se me olvida que las personas tienen vida propia, y con la egolatría propia de los "creadores" pienso que todo aquel que es tocado por la varita de mi sensibilidad tiene que estar pensando en lo mismo que yo. Qué bruta!).

A lo mejor éste no es un buen día para sufrir mirándome el ombligo.

Nada.

Nada pedí, nada prometí. No hice de mis palabras más que el soplo ligero de una voz en el silencio.

Nada entrego, nada encuentro. No quise transformar mi faz en el recuerdo dormido de las horas que pasaron.

Y aún así, a minutos de romper con las tradiciones, vuelvo la mirada con ansias, como esperando que regrese sobre sus pasos, que levante el velo de los sueños muertos, y ponga una ofrenda a mis pies.

Nada yace en el fondo estancado de las aguas que se helaron en la inercia.

Nadie vela mi descanso en la mañana.

Y qué pasó con septiembre?

Mmm... tamos en deuda. Agosto se portó de maravillas, me trajo todo lo que le pedí, con una buena dosis de alegrías para aquellos a quienes quiero. Muchas gracias, lindo agosto. Siempre te recordaré.

Pero claro, tenía que pedir algo para mí en septiembre, y nada. Estamos a 22 y nada nada acontece. Sólo las mismas melancolías de siempre, que a medias me permiten escribir algo decente, unas cuantas desgracias, y el frío, el pálido y mortal frío que me cubre cada noche...

"Para ti no me alcanza", parece decirme el año, y así como vamos creo que quedará el destino en deuda nuevamente.

Bueno, bendito mes, si no puedes darme lo que quiero, al menos hazme los días más agradables. Puede ser? Un poco de sol en mi ventana, el perfume de la primavera entrando a mi pieza... y no más malas noticias, por favor. O quizás sí un poco de ingenio, para sacarme de la situación ignominiosa en la que me encuentro.

Podré algún día vivir de lo que hago? O más bien, de lo que amo hacer?

Ya que pedir algo para mí misma no resulta, pero sí para el resto, amigui te pido que pienses en mí en tus oraciones, y le pidas a septiembre que me mande una ayudita, porque se me puso pesada la pista, y no me hace gracia desandar lo que tanto me ha costado avanzar.

Jane Eyre y el amor imposible.

Sí, amiga mía, me dio con tutti. La verdad es que hace años quería leer este libro, y anoche, mientras esperaba alguna invitación del destino a cabalgar por llanuras desconocidas, lo encontré. Y lo devoré. Y sigo en eso.

Es una historia absurda y poéticamente romántica, de esas que me tienen que gustar a mí porque la protagonista sufre como condenada, se le muestra una ventanita con una posibilidad de encontrar la felicidad, y cuando está a punto de hacerla suya ¡zas!, pasa alguna cosa y todo se va al carajo.

Jane Eyre... tan sencilla, tan correcta, tan modesta... tan terriblemente distinta a lo que soy yo. Lilium Iluminata... tan alocada, tan parlanchina, tan arrogante...

Claro que al final de la historia la niña buena recibe su recompensa y se queda con su macho recio. A mí, me deja el cuento comiendo chocolate y buscando nuevas historias trágicas para leer.
Cuál es la moraleja? Que hay que ser buena para obtener recompensa? Yo me considero buena, pero siempre salgo para atrás al sacar las cuentas. Hay que ser mala para que te vaya bien? Peor, si soy mala hago daño, me odian, me angustio y pierdo el sueño y el apetito. Y salgo para atrás igualmente, pero con una dosis extra de sentimiento de culpa. O sea, peor.

Parece que la única solución es mirar hacia el cielo, festejar el nacimiento del sol cada mañana, reirme de las gracias de mi mascota, suspirar con historias ajenas, mirarme al espejo y pretender que me veo bella con mi nuevo look (me saqué un par de añitos de encima), esperar que caiga la noche y dejarme llevar por la melancolía. Y así, continuamente.

Bueno, Jane, dios te bendiga en tu bendita bendición. Acá en el mundo real no pasan esas cosas.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Qué tiene la noche...

Qué tiene la noche que me hace querer eternizarla!

Como si en su penumbra mi corazón abatido encontrara palabras de aliento.

Como si en las luces que suspiran en la distancia se escondieran secretos anhelos, delirios sonrientes, las almas enaltecidas de seres en plena dicha.

Como si los rumbos no fueran inciertos; como si los pálidos colores de las sombras me hicieran más bella. Mi frente más noble, mis ojos más soñadores, mis labios más carnosos.

Como si el silencio y la calma fueran un bálsamo para mi corazón sangrante.

Como si trajera caricias a mis hombros, un profundo aliento sobre mi vientre, el esbozo de un gesto sublime en mis dedos sin descanso.


Qué tiene la noche que me vuelve más humana, más vacilante!

Como si no estuviera hecha de carne si no sólo de una etérea silueta; mi rostro enardecido, mi cuerpo en pausa.

Como si los ruidos lejanos nada tuvieran que ver conmigo.

Como si creyera que, en otro lugar, en otra era, un alma quisiera buscar refugio en la plenitud de mi abrazo.


Qué tiene la noche que me hace soñar con que todo es cierto!

Que mis brazos resplandecerán al sol, que subiré a las estrellas titilantes, que mis lágrimas serán perfumes primaverales.

Que mi piel se vestirá de mil colores, que mi pelo y sus sortijas se enredarán en una mirada, que seré libre y gritaré al mundo que tengo dueño.

Qué tiene la noche!


Amanda Cabot.
Septiembre 20, 2007.-
Qué tiene la noche, que me envuelve en su halo de plata y me eleva por caminos de seda.

jueves, 20 de septiembre de 2007

Llévame...

Quiero, esta vez, equivocarme de modo garrafal. Que ni una sola de mis ideas sea cierta, que la vergüenza de mis errores sea tal que me nuble y me haga olvidar que siquiera tengo mente.

Quiero que mis deudas, mis silencios, sólo oculten los temores que tengo de que el vacío sea cierto, de que su mano se mantendrá por siempre lejos de mis dedos.

No poseo nada. No distingo nada. Sólo soy una pequeña mancha que se mueve en el pavimento.

De qué valen las ilusiones, el cambio de estación. Mañana llega la primavera, pero pasará de largo por mi puerta. No se llenarán mis ventanas con los colores tibios de nuevas alegrías, porque estoy sumergida, no existo, no late un corazón con el sonido de mi voz en la distancia.

Penumbra, llévame. Sácame de este hondo abismo, en el que caí por tratar de volar alto. Creí que ya no lloraría, pero aquí me tienes, con el pecho oprimido nuevamente. Alguna vez se irá, por todos los cielos, este dolor?

Una maldita romántica

Lo asumo. Después de revisar algunos de mis escritos, de relacionar algunas películas que me conmovieron, de registrar algunos momentos de libros que hicieron temblar mi sensibilidad, tuve que reconocer que no soy más que una maldita romántica. Así sea.

Cómo no me di cuenta antes? Habría sido más sencillo, y me habría ahorrado hartos años de búsquedas insensatas, de disfrazar personajes con mis propios ideales, de sufrir con el incomprensible abandono de mis seres idolatrados. Creo que es muy sencillo. Soy una romántica, y por ende, estoy condenada a vivir a merced de mis sentimientos. Qué agotador! En fin, levantarme de una desilusión para volver a caer en otra, como en una fatídica rueda de la fortuna.

Con razón me quedo prisionera de unos ojos transparentes...




Ser una luz.

Brillar, desde el fondo de mi corazón, agobiado de cicatrices pero aún vivo. Brillar.

Cómo evito callar las razones que me empujan a buscar en el silencio una razón para seguir viviendo?

Cuando las palabras se hacen monótonas ya pierden su crudeza.

Cuando el exilio es continuo, y no hay caricias que cubran mi piel desnuda.

Sólo me queda brillar, como una esfera inmaculada, como un delirio en la mañana, brillar, saludando los respiros y mi agua, brillar, ser única, vital.

Perder el miedo a la soledad y angustiarme sin siquiera hablar. Perder.

Y sonreir. La noche es tibia, el aire permanece. Mi silueta se recorta contra un páramo inerte.

Soy una flor que se está abriendo. Nadie me ve, pero yo lo siento. Rendida, exhausta, acepto romper las cadenas que me atan a esta tierra y sus miserias.

Parezco dormir, pero en mi copa desbordan las ilusiones intactas.

Déjame sentir, déjame ser ídola y suprema verdad. Que las sombras no opaquen mi andar.

No dejo de brillar. Aunque sus ojos no destellen con mi luz.






Flores rotas

De tu silencio se escapan mis recuerdos.
De tu silencio y tu ausencia, que finalmente lograron romper mis cántaros de emociones contenidas.

Qué esperas de mí? Una sonrisa de plástico, una imagen cautiva?

Como flores rotas esparcidas en el suelo, como los trozos de un espejo que ha olvidado su reflejo, mis palabras ya no tienen un sentido. Se pierden en la monótona cadencia de una voz desconocida.

Y tal vez nunca sepas los secretos que guardé en esas horas...


Amanda Cabot.
Septiembre 19 de 2007.-
Ni mis flores, ni mi voz herida, ni la más dulce promesa de un abrazo lograron ablandar tu corazón de granito.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

The Queens of the night!

Ayayay, qué manera de reir!!! Uy, que hacía tiempo que no salía y me reía con tantas ganas!

Originalmente la idea era salir de parranda el 17 en la noche, pero mi amigui tuvo un pequeño problemilla y trasladamos la juerga para el 18. No sé qué me pasó este año, pero no quería saber nada de cuecas y chilenidad. Sólo quería mover el esqueleto.

Mientras nos acicalábamos frente al espejo de mi baño, como dos adolescentes preparándose para adueñarse del mundo, de pronto me pregunté si alguna vez, hace mucho tiempo, cuando rondábamos los 17 - 18, nos habríamos imaginado que estaríamos a estas alturas del partido en las mismas. Sólo que ahora más regias.

Esta vez nos fuimos en el auto, nos estacionamos cómodamente, y como dos reinas llegamos a apoderarnos de la pista. Pronto se llenó, y comenzaron las situaciones chistosas.

Mientras hacíamos una fila para el baño de señoritas nos topamos con una chiquilla ridícula que alguna vez osó arruinarle la salida a mi amiga. Estaba borracha de manera indecorosa, y más aún, nos topamos al objeto de sus atenciones. Nos dio risa comprobar que la pobre se esmeraba en demostrarnos que el chico estaba con ella, así como diciendo "es mío". Ja! como si a mi amigui le interesara... además que el individuo estaba como afeado... hay hombres a los que las parejas les hacen mal, como que se "apestan".

Al salir de ese infierno me llevé una de las mayores sorpresas. Después de unos 14 años me topé con el chiquillo del que estaba perdidamente enamorada en 4to medio. Lo gracioso es que él estaba igual, y con la misma muérgana con la que prefirió quedarse en ese entonces. Recordé que la doncella en cuestión era ligeramente adicta a la violencia, y no era raro ver en la cara de él secuelas de sus ataques de furia.

El muchacho, deplorable. Una camisa igual de fea que las que usaba hace años, unas zapatillas horrorosas, y bailando que daba pena... en secreto me alegré de que no me hubiera elegido a mí en aquellos tiempos. Por supuesto que no lo saludé, y aunque de alguna manera se las arreglaba para quedar bailando al lado mío, me limité a reir y burlarme de la estupidez humana.

Entre esos incidentes, curiosidades varias, como unos cuantos psicópatas persiguiéndonos por las escaleras, fugas, invitaciones a bailar, piropos de varios tonos y calibres, jóvenes extranjeros rendidos a nuestros encantos... hasta foto para la página web nos sacaron. Veremos si la publican el fin de semana, como nos dijeron.

Lo único malo es que la música estaba bien más o menos no más, y al final vino a ponerse buena la cosa. No sé de dónde saqué energías para bailar como pirinola... incluso hasta pusieron "Everything is coming up roses", de Black. Un momento para la melancolía y los recuerdos de un pasado esplendor...

Después de una última maniobra de evasión, nos fuimos y ya estaba aclarando!!! Lo mejor de todo era comprobar que pese a la hora, el cansancio, el calor y el humo, seguíamos viéndonos terriblemente bellas, y nos retiramos como unas auténticas Queens of the Night. Será hasta la próxima, que seguramente nos verá dar vueltas por la Berenjena. Quién sabe.

martes, 18 de septiembre de 2007

La más bella.

Hoy pasé toda la tarde viendo viejas películas. Vi incluso un documental acerca de Greta Garbo, y tres películas de ella. La verdad, no me impresionó demasiado.

La última de ellas fue Ana Karenina. No me gustó.

Tengo hace años grabada en VHS esa película, pero en la versión de 1998, protagonizada por Sophie Marceau y Sean Bean. Es mi favorita.

Esa película es demasiado bella. Me encanta la sutileza de los diálogos, la música, los trajes, los gestos, los símbolos. Cada imagen va cargada de una dolorosa sensación, como anticipando que el final será trágico. Cada cierto tiempo la veo, y siempre descubro un detalle, un tono de voz, un brillo nuevo en la mirada de los amantes.

La versión de la Garbo no me gustó. Pese a ser ella muy hermosa, la encuentro muy dura, no inexpresiva, si no más bien rígida, como que no se le nota que está enamorada.

Pero a Sophie... a ella basta mirarla y darse cuenta que está perdidamente enamorada de su Conde Vrosky (si es que se escribe así).

Y bueno, para qué me voy a referir a los galanes. Se supone que el Conde es un "joven militar", pero la versión antigua no le hace mérito. Es horroroso.

En cambio Sean es maravilloso. Basta que aparezca en la pantalla para que ésta se ilumine, y su sola sonrisa hace que una entienda que Anna haya dejado todo botado por él. Por un hombre así, cualquiera.

Seguiremos viendo películas, viejas y nuevas, a ver qué nuevos tesoros encuentro, pero definitivamente la Garbo no es una de mis actrices favoritas.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Revivir

Esta tarde vi una película muy bella, de esas que cuando se tiene toda la vida y expectativas por delante evitas mirar, pero que ahora curiosamente me llamó la atención.

Un hombre iba a morir. Estaba en la plenitud de su existencia; estaba casado con una linda mujer, esperaba su primer hijo, tenía una pujante empresa, pero un cáncer al páncreas y los pulmones le daba sólo unas semanas de vida.

La película trata sobre la búsqueda de este hombre de su paz interior, de cómo acepta la muerte inminente, se reconcilia con su pasado (incluyendo una familia de humildes orígenes), y se acerca a la espiritualidad, alcanzando poco antes de morir aquello lla,ado felicidad.

Con Maca hablábamos hace unos días sobre esto. Ella había estado en una reunión de enfermos oncológicos, y de pronto comprendió algo similar.

Tenemos todo para disfrutar de este paso por la vida. Una y otra vez se presentan ante nuestros ojos oportunidades, personas, momentos bellos, que muchas veces por correr tras una felicidad concreta y que llegará "algún día" nos perdemos. Y cuando nos damos cuenta, las oportunidades ya se fueron, las personas se aburrieron de esperarnos, los momentos ya pasaron.

Cuesta comprenderlo, pero no hay más felicidad que la que podemos encontrar en nuestro interior. Sentirnos cómodos con nosotros mismos, disfrutar intensamente cada momento. Esta taza de café que me acabo de tomar; la película vieja del cable que tengo la posibilidad de ver.

En vez de sufrir por lo que se me niega, por lo que afanosamente se mantiene lejos de mí, podría ver la luz que muere en mi ventana y sus miles de colores, respirar la brisa de la tarde mientras camino hacia mi casa, reir con las gracias de mi gato. E imaginar historias increíbles, por el sólo placer de crearlas en mi mente y compartirlas con quien quiera leerlas.

Quizás esa sea la lección de la película que vi, o del encuentro que tuvo Maca con esos enfermos. De no esperar a que tengamos un episodio trágico que lamentar para mirar hacia adentro y vivir la vida que queremos. Mientras aún tengamos tiempo, y no corra en nuestra contra un reloj y sus campanadas anunciando el fin.

domingo, 16 de septiembre de 2007

El punto de no retorno

No, amiga, esta vez no llegué a ese punto.

Esta vez creo que tomé en cuenta todo mi confuso historial, que al margen de ambientarse en distintas locaciones tiene muchos puntos en común, como una especie de patrón de conducta.

Me demoro, a veces demasiado, pero siempre llego a un nivel en que cualquier cosa, un detalle, una palabra, me hacen dar vuelta la página sin posibilidad de retorno. Eso lo sabes, amiga, porque siempre te causa admiración que pueda decir "basta" sin posibilidad de arrepentimiento, y ni las flores, los ruegos, los anillos, son capaces de hacerme cambiar de opinión. Pero sabes? Eso no es admirable. Es sólo una reacción visceral, que se transforma en una especie de mandato.

Pero ahora... ahora no llegué hasta allí. Creo que hubiera seguido igual por un tiempo, no sé cuánto, tal vez unos días, unas semanas (nunca sé cuándo será), pero inexorablemente habría llegado.

Me dijiste que sería difícil, que dolería bastante. Acá estamos, tratando de hacernos la idea. Aunque ya casi no hay sensación amarga desconocida; siempre existe la chance de descubrir un sufrimiento nuevo.

Esta vez me prometí a mí misma que crecería, que sería fiel a mí antes que a nadie, y que aunque me costara lágrimas de sangre lo cumpliría. Para eso están estas páginas. Seguro ellas sabrán recibir mis descargos, como siempre.

Amiga, vamos a bailar. Vamos a salir, no sé, respiremos aire nuevo, aunque esté plagado de humo. Volvamos a ser las reinas de cada lugar que visitemos. Quizás no nos demos cuenta, pero más temprano que tarde olvidaré el pasado reciente, y seré la Lily que siempre quise ser.

Bueno, ya partí con el pelo. Veremos cómo sigue.

sábado, 15 de septiembre de 2007

Te quise contar una historia...

Te quise contar una historia. Inventar el mundo en dos pantallas; crear una canción con mis letras en español, vivir la mejor cita de la existencia y despertar sólo para seguir soñando.

Quise inventar que el cielo era del color que tus ojos reflejan al amar; que la lluvia se hizo para limpiar las calles, que el sol pone destellos rojizos en mi pelo.

Hasta se me ocurrió que podíamos tener un pasado misterioso, captado por un lente indiscreto; un cuento inverosímil que pudiera ser real sólo por un acto sagrado de voluntad divina.

Pero sonreíste y seguiste de largo. Fuiste amable, pero distante. Me colgaste un cartel de bondad casi mística, y encontraste siempre una excusa para huir de mis palabras.

Parece que la historia que quise contarte no era muy atrayente. Lo tendré en cuenta cuando quiera escribir otra novela.

viernes, 14 de septiembre de 2007

Una taza de té.

Una taza de té me espera, como cada tarde, al terminar mi peregrinaje. Me espera con su instante de paz, de serena majestuosidad.

Una taza de té me despide en la mañana, me mira con su gran ojo castaño, me envía vapores sagrados.

Esta vez fue diferente. Esta vez la taza de té se burló de mi miseria; reflejó mi cara triste, pesarosa pero altiva. Me dijo que debía sumergirme en sus aguas quietas, que me acostumbrara al paso inexorable del tiempo.

La taza de té fue mi condena. Yo la vi a lo lejos, tras la bruma de mis lágrimas cayendo.

Pero igual debí caminar y encontrar el sendero.

Y en el ocaso otra taza de té me estará aguardando.

Qué es esto que me está pasando...


Se me encoge el corazón. Se empequeñece mi alma, y me deja a la deriva en un mar de aguas tranquilas, sin rumbo ni peligros.

Qué es esto que me está pasando? Como nunca siento una especie de vacío; ya no más ese dolor lacerante, profundo, desgarrador. Ahora sólo una quietud del espíritu, una eterna sonrisa boba que se regala a quienes se cruzan en mi camino.

Quizás es una bendita pausa entre mis horas turbulentas.

Quizás es una anestesia a mis sentidos, que me impide ver mi cruda y triste realidad, y sólo pone matices ahí donde habitualmente veo tinieblas.

No sé si me gusta esta sensación. Quisiera tener motivos para reir fuerte, sentir cosquillas en mi vientre, el suave roce de unos dedos sobre mi cara al dormir...

Quise paz, y aquí la tengo. Deberé aprovecharla, mientras dure, antes que la verdad desnuda me abofetee de improviso y me recuerde que las horas tienden a ser grises?

Pero no quiero eso...

Quiero cubrirme de colores alegres, llevar el calor de mi corazón palpitante a cada rincón donde vayan mis pies inquietos. Quiero llorar con una película de amor, emocionarme con unas flores, esperar la hora del crepúsculo para saber de qué sabor serán los besos...

Ay, si tan sólo algo sucediera, algún matiz, algún encuentro. Un mensaje desde lejos, una canción inesperada... me ahogo en esta inercia, y no tengo dinero como para ir todos los días a gastarlo en distracciones.

Me pondré fea, amarga y vieja viendo tele y tejiendo a crochet?

Fea no creo; por algo me cuido lo más posible, uso buenas cremas, no engordo y llevo una vida sana. Vieja? tampoco. Aún me separan varios años de los fatídicos 40, y espero llegar a ellos en buena forma y estampa.

Pero tal vez sí me vuelva amarga. Si los días y las estaciones se empeñan en pasar sin dejar más huellas que rasguños en el muro quizás se muera mi espíritu burlesco, y llegaré al final de mis días con una gran colección de ropa tejida a mano e inventando excusas para salir a la calle y lucirlas.

jueves, 13 de septiembre de 2007

Bella, bella, como una estrella...

Mañana seré otra. En realidad seré la misma pero con otro aspecto. Considerando que la mayor parte de la gente que conozco tiene cosas entretenidas para hacer este 18 (y no me incluyen en sus planes) retomaré una vieja costumbre: andar linda.

Recuerdo que cuando era niña se usaba el que a uno le hiciera ropa nueva para Fiestas Patrias. Me imagino que la costumbre viene desde mis ancestros campesinos, quienes guardaban su mejor pinta para los días domingo, y qué decir del aniversario patrio. Todos estrenaban algo nuevo.

Yo esta vez haré uso de mi derecho a que me regaloneen (obligada a pagar por un día de relajación ya que no me llegan cariñitos gratuitos), y mañana me haré un fashion emergency. Primero mi cara, que a punta de medicamentos está al borde de la destrucción. Luego mi pelo.

Quiero verme distinta. Quiero pararme frente al espejo y decir "guau, nunca pensé que podría verme tan bella", sensación que tuve el año pasado cuando decidí volver a ser castaña y dejar en el pasado ese horroroso pelo amarillo.

Carlitos, mi estilista, ya está inventando qué hacer con mi cabeza. Yo no sé si quiero corto o largo, o mediano... nada. Estoy abierta a las sugerencias del profesional. Y bueno, si alguien quiere aportar...

El caso es que mañana en la noche seré bella, tan bella como una estrella. Lástima que tendré que venir a encerrarme aquí con mi belleza, ya que no tengo ningún panorama en vista, y no voy a andar pidiendo por favor que me inviten a algo. Eso sería como decadente!

Al menos las empanadas dieciocheras de mis padres serán abordadas por una nueva Lily, más fashion, con más onda y menos enredos. Espero.

Ahora, a esperar que los profesionales hagan maravillas con mi rostro y mi cabello, y pueda suspirar de satisfacción al mirarme al espejo antes de dormir.


No creo que quede como la niña de la imagen, aunque empeño no me falta. Igual me veré bella.

Así, suavemente...

Así como se consuela a una niña asustada quisiera que me cobijara, en silencio, rodeando mi cintura y mordiendo mi pelo.
Así, suavemente, sin noción del tiempo que corre tras las culpas; que su voz llenara mi soledad con canciones desconocidas y notas no compuestas.

Así, con la firmeza de sus manos sosteniendo mi delirio, calmando mi pulso, rozando mis rodillas.
Así, dulcemente, sus labios resbalando por el margen de mi cuello, entonando viejas ilusiones olvidadas.

Así anhelo hallarme enternecida, suspirando por que la noche no se acabe, llenando su copa de sueños infinitos, volcando el calor de cien misterios en su mirada serena.
Así, desprovista de joyas y adornos vanos, sólo mi piel en el crepúsculo y su espíritu rodeándola.


Amanda Cabot.
Septiembre 13 de 2007.-
Así, simplemente, sin murallas que me enclaustren ni armaduras que lo alejen.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Y me faltaba el comentario deportivo.

No, no fue una locura pasajera la que me tuvo comentando todos los encuentros de Chile en la Copa América y en el Mundial Sub 20. Debo haber sido hombre en otra vida, porque prefiero mil veces estar viendo fútbol antes que mirar una teleserie o, peor, a personajes de la farándula luchando por captar pantalla.

Hoy me animé mucho con el juego de la Roja. Con mi padre teníamos una ardua discusión hace semanas sobre si la llegada de Bielsa tendría positivos resultados. El le tenía fe al DT, pero no a los jugadores. Yo esperaba que sí rindieran.

Y así ha sido. En el partido contra Suiza (que por una jugarreta del destino no vi) pese a la derrota ya se saboreaba una manera distinta de hacer las cosas, lo que se vio ratificado hoy con la victoria en Viena.

Me gusta esto de que los jugadores sean obedientes profesionales, que descubren que haciendo un buen trabajo colectivo pueden sacar chispas al pasto y marcar con un sello especial el estilo de la Roja. Hubo contundencia en el ataque, y eso se agradece.

Ojalá no sea una volada propia del entusiasmo por el "juguete" nuevo (Bielsa y su estilo), si no que por fin los muchachos se tomen la pega en serio, y dejen de lado el maldito "pase atrás" característico del juego chilensis, que creo que con suerte se vio 1 vez en el partido hoy (con los consecuentes reclamos del DT).

Hoy me dio gusto ver una Roja (paradojalmente de blanco) atacando, atancando, multiplicando sus hombres en el campo enemigo; a los jugadores desdoblándose en funciones, con muy pocos errores. Sí los sentí ligeramente empaquetados, como muy cuidadosos de seguir las pautas (con la excepción de Alexis Sánchez, que se mandó un par de lujos), pero confío en que la seguridad en sus capacidades les dé mayor soltura y jueguen no sólo eficientemente, si no también de manera "bonita".

Mi héroe de hoy? Rubio, obvio. Porque se mandó un golazo de antología, que le dio confianza a todo el país futbolístico. Y en general todos, porque pese a ir ganando 2-0 no se echaron para atrás, y siguieron buscando descuentos. Así me gusta Chile, mi alma!
No echo para nada de menos a esos jugadores pelusones del puerto ordazo. Que vuelvan, si lo amerita, cuando hayan cumplido religiosamente su castigo. Para que aprendan que a la Roja hay que tenerle respeto, que hay que ganarse el derecho a vestirla, y que siempre habrá gente trabajadora y esforzada dispuesta a darlo todo por defender los colores patrios.

Y esta gente, ¿sabrá por qué protesta?

Me tienen los nervios alterados. No recuerdo antes haber estado tan asustada en la noche de un 11 de septiembre. Será porque mis emociones han estado demasiado tirantes en el último tiempo, y cualquier cosita me descompensa?

Nunca había sentido disturbios en este sector, que es tan tranquilo. Pero 150 personas aprox. no hallaron nada más entretenido que llenar sus despensas saqueando mi supermercado amigo, en Walker Martínez con Av. La Florida. Que no pueda cambiarme de casa sin que me persigan los manifestantes?

Cuando era niña vivía en Quinta Normal, en una zona conocida por sus numerosos enfrentamientos no sólo con carabineros, si no también con los militares, en la época en que éramos un país bananero gobernado por dictadores. Era cosa de ir a darse una vuelta al día siguiente de una protesta, y encontrar casas acribilladas por enormes balas. Más de alguna vez corrieron los uniformados por fuera de mi casa persiguiendo gente, mientras nosotros nos encerrábamos.

Luego me fui a Puente Alto, y hasta allá me siguieron las fogatas. Ahí se entretenían los chicos aburridos, lanzando piedras y cortando el tránsito. Incluso algunos balazos se sentían rozando la noche.

Pero acá, en mi flamante departamento, jamás había escuchado disturbios.

Hoy me han tenido asustada, esperando un inminente corte de luz, sintiendo a una distancia no muy amplia balazos y sirenas de las fuerzas policiales. El gato me mira compungido, y el aire está saturado con el humo de las fogatas.

Sabrán estas personas por qué están protestando? Hay alguna consigna para toda esa violencia, algo que justifique más de 15 carabineros heridos? Es simplemente lumpen que se aprovecha del calendario para esconderse en el anonimato y dar rienda suelta a su propia estupidez y ganas de robar y hacer daño?

Estoy segura que la turba que saqueó mi supermercado amigo, el mismo donde ellos van a comprar pan y copete para el fin de semana, está compuesta por cabros chicos y adolescentes rebeldes. En qué andan sus padres, que no los tienen en sus casas, durmiendo para ir mañana al colegio? Capacito que anden en familia haciendo desmanes...

Y para qué? Para protestar contra el sistema? Para recordar a los muertos y desaparecidos tras el golpe? Lo más probable es que todas esas personas fallecidas estarían muy enojadas si supieran que un montón de desadaptados se amparan en su nombre para arrasar con las estanterías de negocios, para incendiar casas, para apedrear autos.

Qué le falta a esta gente? adrenalina? mándenlos a trabajar a una oficina un mes entero, ahí sí que no les van a quedar ganas de seguir tonteando.

Así me han tenido toda la noche estos insurgentes, pidiendo por favor que vuelva la calma a mi tranquilo barrio y tapándome los oídos para dejar de escuchar las sirenas policiales. Al menos en los años 82 y 83 habían motivos para sacar la voz y gritar por nuestros derechos. Ahora es sólo lumpen que ensucian la memoria de quienes murieron en nombre de sus ideales.

martes, 11 de septiembre de 2007

Hace un par de años me escapaba...

Recuerdo hace un par de años en que, hastiada y a punto de estallar, fantaseaba con iniciar una nueva vida lejos de aquí, donde nadie me encontrara.

Pese a que amo el mar, mi refugio lo imaginaba en el campo. En un valle, rodeada de cerros milenarios, una casa de madera con terraza. Me veía sentada en la tarde, contemplando los cambios de color en unos viñedos, con un tazón de café en mis manos. Respiraba paz.

Ahora que he investigado un poco sé que parte de mis ancestros vivieron de esa manera, cuidando vides, en una completa armonía con la tierra. Incluso supe que sangre mapuche corre por mis venas.

Qué bello sería estar cada tarde rodeada de verde y flores; buscar la armonía en el entorno, y dejarme invadir por espíritus misteriosos y voces de gente antigua que me susurren al oído las historias de sus luchas, de sus amores, de la entrega diaria del sudor a la tierra abierta.

Por qué se llama Gatoku

Cuando me preguntan por qué le puse ese nombre a mi gato se me vienen a la memoria imágenes como lo vivido hace unos minutos. Absolutamente concentrada en una historia que debía escribir, o la perdería para siempre, y él con crisis de ánimo. Quería jugar. A la 1.30 am. Mientras le daba forma a mi relato el obeso felino saltaba sobre mis pies, que se movían bajo los plumones. No contento con eso, se paró en la puerta de mi pieza y chillaba como si fuera a temblar.

Después de unos cuantos retos, y de afilar sus uñas en el muro, no encontró nada mejor que ir a la cocina y comenzar a desarmar una bolsa lista para irse a la basura. Nunca hace eso, pero parece que ahora realmente estaba celoso de mi nocturno ataque de creatividad. Dos veces tuve que dejar en stand by mi obra en ciernes, y partir a inspeccionar que este bicharraco no me hiciera más destrozos. La última vez me armé de una zapatilla, con la que lo agredí al ver el estado de la bolsa.

Ahora está calladito, de seguro escondido bajo la mesa.

Cómo puedo dar rienda suelta a mi creatividad, si en el momento peak mi mascota comienza a alborotarse y sacarme de mis casillas?

Y claro, cuando duerme en el día se da el lujo de reclamar porque lo despierto al moverme. Ay, perdón! poco menos le digo ante sus gruñidos.

Creo que queda claro el por qué de su nombre, no?

Aquí aparece Gatoku haciéndose el lindo frente a la cámara. Harto más flaco que como está ahora, y eso que lo llevo a la casa de mis padres para que haga ejercicio persiguiendo pajaritos. No sé si la terapia le ha hecho mejor o peor. Pero hoy se ha portado muy mal. Ahora ya me está dando remordimientos por haberlo agredido. Creo que tendré que ir a reconciliarme, si no, me estresaré y no podré dormir. A lo que he llegado!

lunes, 10 de septiembre de 2007

En este oculto mundo te invoco...

En este oculto mundo te invoco. Tu poder, tu fortaleza, que hagan en mí su nido y me lleven a parajes lejanos, donde la oscuridad no pueda alcanzarme.


Cuéntame al oído...

Cuéntame al oído historias tristes, de otras épocas y rumbos, para estremecerme en su belleza y suspirar al sentirte cerca.

Cuéntame de amores incomprendidos, de almas puras y extraviadas, de cómo el sol se oculta en el ocaso y muere la luz en los ojos de un espíritu soñando.

Cuéntame al oído de aquellas ilusiones escondidas en baúles, de misterios y candelas en la noche. Cómo se hilvana una canción con un recuerdo, y cómo se marchitan con los años los tomentos.

Cuéntame más, cuéntame de ti. De las tardes en que mirabas el cielo y preguntabas cuántos colores podrías distinguir, de los susurros que entonaban tus arrebatos.

Cuéntamelo todo, el sabor del aire que respiras, la melancolía de tus sueños olvidados, el fulgor en la distancia, el secreto erotismo que espera estallar en un compás sin horas.

Siéntate a mi lado y cuéntame qué hacías vagando en senderos donde no te podía encontrar.

Amanda Cabot.
Septiembre 10 de 2007.-
Cuéntame al oído todo aquello que me quieras contar.

Un buen día


Que tu despertar sea bello, con la luz guiando tus pensamientos, con una sonrisa amplia dando vida a tu faz.
Que en tus horas las alegrías se vayan tejiendo, suavemente, como pequeñas ilusiones cogidas de la mano.
Que en el silencio la paz te envuelva, y el calor de tu pecho rodee tu semblante.

Que ni una sola mano enemiga se alce contra ti. Que las gentes se abran paso ante tu andar, y que encuentres colores en cada rincon que visites.
Que las tareas sean cosa simple, y no te invada el desaliento.
Que en tu mirada brille el reflejo de tus sueños.

Que éste sea para ti un buen día.

Amanda Cabot.
Septiembre 10, 2007.-
Que el claro amanecer despeje el camino de piedras y dolores.

domingo, 9 de septiembre de 2007

Atreverse a soñar

Hace algún tiempo, después de arduas e intensas reflexiones, me di cuenta que uno de los principales miedos que paralizaban mi vida era el soñar. Me había vuelto esclava del día a día, de las obligaciones, de la productividad, y uno de mis máximos temores era imaginar algo que deseara con mucha intensidad, porque fijo que no sucedería.

Tanto fue así, que me encontré viviendo como una garrapata, encerrada en mi metro cuadrado, convenciéndome de que debía pedir un certificado de garantía antes de pegarme el salto y poner mi algarabía en funcionamiento.

Pero sin sueños no somos nada. Y no me refiero a los graaaaaandes sueños, como el fin de la pobreza, educación para todos, acceso universal a los libros y la música (y las facilidades para crearlos sin afligirse por el costo). Estoy hablando de esas pequeñas fantasías que hacen un poquito más sabrosa la existencia.

Por eso hoy me di permiso para volver a soñar; a pasarme horas tirada sobre unos cojines, mirando el techo e imaginando situaciones dulces, tiernas, descabelladas, eróticas, burbujeantes... a lo mejor se cumplen mis funestas profecías, y nada de lo que cree en mi mente se haga realidad (bu, qué fome), pero el ratito de felicidad que me producen valen más que un pastel con mucha crema y chocolate. Me hacen andar con una gran sonrisa, y también, sentir un cosquilleo en la guata cuando la víctima de mis especulaciones se da una vuelta por estos lados. Supiera lo que se me pasaba por la cabeza!

Me sentí bastante feliz. Y era tan sencillo... ojalá me siga haciendo caso, y dando rienda suelta a mi imaginación. Además, tengo una numerosa cantidad de concursos esperando por mis letras, así que a soñar se ha dicho. Quién sabe si entre tanta locura mental desatada sale algo digno de ser leído? (y bueno, en una de esas algo resulta... a algo de lo que imagino me refiero).

sábado, 8 de septiembre de 2007

Tengo el poder nuevamente!!!

Sí, puedo llegar a ser lo más light y egoísta del universo, pero estoy feliz porque tengo de vuelta a mi autoku. Por fin! Intenté probar una vida sana, como una peatona más caminando animosa por las calles de mi barrio. Lo siento, no puedo. Me angustia esa inseguridad de que nada me proteja, de estar a merced de un conductor descuidado, o ad portas de un accidente debido a mi propia despreocupación.

Aunque lo peor no es eso. Es el hecho de sobresaltarme cada vez que siento pasos detrás de mí. Siempre me imagino que un joven delincuente probará sus malas artes con mi persona, y que me despojará de mis escasos bienes.

Pero ahora ha vuelto la sangre a mis venas. He vuelto a ser conductora.

Ven que se puede estar contento con cosas simples?

viernes, 7 de septiembre de 2007

A última hora


No sé si es una virtud o un horroroso problema. Dejémoslo en "característica" de mi turbulenta y apasionante personalidad. Siempre produzco a última hora, apuradita y sobre la marcha.

En un trabajo dirían que es "capacidad de producir bajo presión". Yo creo que es como inspiración de último minuto, o adrenalina por la urgencia.

En fin, en menos de una hora produje tres microcuentos que ya fueron debidamente presentados al concurso. Faltando 65 minutos para el cierre del plazo, acabo de tener una súbita iluminación, y recordé dos episodios reales de mi existencia, y uno ficticio que me gusta imaginar.

No los publicaré acá porque iría contra las reglas, y además, porque quiero esperar a ver qué pasa. Lo más probable es que nada suceda, pero igual po.

Señor editor, tenía usted razón. Mi historia de ayer no estaba muy buena, de hecho sus sugerencias eran más hilarantes, así que la dejaré para el futuro, a ver si en otro chispazo de ingenio emito algo decente.

No se puede.

No se puede vivir así.

Tan fría se vuelve la noche, cuando esperas una caricia, aunque sea sólo una palabra dulce, y todo escapa a tu paso. Y que sabes del vacío de las horas siguientes, de la soledad que herirá tu piel cada mañana.

Hasta cuándo?, piensas, pero estás inmóvil, como te dicen los maestros. Dejas que la vida fluya, aunque parece haberse detenido en tus espacios.

Sólo siguen pasando los días, y tú te quedas escondida en el fondo de tu madriguera. A qué salir, piensas, si nada que digas o hagas puede cambiar las cosas?

Termina con eso, pequeña. Nadie vendrá a arrojar piedrecillas en tu ventana.

jueves, 6 de septiembre de 2007

No le importo.

No le importo, dices, y te arrojas llorando sobre una almohada. Crees que el mundo se desploma; el sol se oscurece, la tarde se nubla. El cuarto se hace pequeño para contener tanto dolor.

No le importo, repites, y tus puños se aprietan en los flecos de tus cobijas. Sientes que todas tus lágrimas, todos los suspiros, han sido en vano, y recuerdas con tristeza cada una de las palabras que pensaste eran declaraciones de amor.

No le importo, aseguras, y te limpias con rabia las lágrimas que invaden tus mejillas. Tu pecho se comprime, tu aliento se congela. La noche se acerca velozmente, y prometes que más temprano que tarde te lo arrancarás del alma.

No le importo, insistes. Y sabes que es verdad.

Amanda Cabot.
Septiembre 7 de 2007.-
No le importas, ni tu sonrisa ilusionada, ni tus lágrimas de seda.

El cruel y vil dinero

Una vez alguien me dijo que todos sus problemas se solucionarían con una gruesa suma de dinero. Todos. Que sabía que sonaba feo, pero que era verdad.

No creo que sea horroroso reconocer con honestidad que las lucas en el bolsillo nos pueden hacer sentir alivio y que los inconvenientes quedarán atrás. Lo realmente poco grato es que el bendito dinero no soluciona nada. Y al final te deja una funesta sensación de desagrado.

Me carga esto de la plata! Nunca es suficiente! Cuando crees que con cierta suma estarás tranquilo, de la nada surge un imprevisto, una enfermedad, una falla del auto, y los pesitos que ansiabas gastarte en un gusto, o hasta ahorrar (palabra desconocida del todo para mí) se van a los bolsillos de otros.

No sé lo que se sentirá andar por la vida sin problemas económicos. Desde que tengo memoria, la vida ha sido un eterno apretarse el cinturón para cumplir con las obligaciones, y claro, uno va avanzando y ya las preferencias son distintas. No te compras el aceite de 500 pesos, tienes que usar uno 100% maravilla, que vale el doble, pero que es más rico y sano. No te gustan los fideos Parma, que son baratos pero ese color oscuro de la pasta como que te hace desconfiar... no puedes bajar de Trattoria o Talliani. Y así eternamente; mientras familias enteras viven con $300.000, una con eso no paga ni las cuentas.

No sé si llegue el día que pueda irme a dormir sabiendo que tengo un colchón lleno de billetes bajo la cama. Y menos sé si eso me haría descansar tranquila, sin recurrir a fármacos ni ayudas de química especie. Es sólo que no me imagino la vida sin tener que estirar la plata hasta el último día del mes.

Te esperaba.

Te esperaba, como cada noche, al caer las últimas páginas de un libro encantado. Quería cerrar mis ojos y pensar que a la distancia en mí pensabas, que las horas también habían sido eternas, que ansiabas llegar a casa y encontrar consuelo en mi risa contagiosa.

Te esperaba para saber qué sueños habían acompañado tus pasos, qué tormentos con tu espada habías atravesado. Cuánta gente tu mirada había cruzado, de qué color eran las nubes que a lo lejos seguían tu rumbo.

Te esperaba y sonreía al pensar en tus desvelos, al imaginar que en tu memoria mi figura trazabas. Que con un pincel dibujabas cada rincón de mi cuerpo, y que contabas los segundos para hacer realidad tus deseos más ocultos.

Te esperaba, pero tus pasos aquí no llegaron. No volvieron mis puertas a abrirse ante tu andar, no acogió mi almohada tus sueños en la madrugada.

Y me quedé en silencio, cabizbaja y pesarosa, porque sentada frente a un espejo, esta vez sí te esperaba.

Amanda Cabot.
Septiembre 6 de 2007.-
Te esperaba, pero tu alma vagaba lejos, donde no pude alcanzarla.

Sí, esta noche me caí a la poesía.

Recostada sobre mis almohadones, junto a la compañía fiel de un gato dormido, respiraba y sentía correr la sangre por mis venas. Lentamente. Pensaba en cuándo había sido la última vez que un suspiro de éxtasis se había escapado de mis labios entreabiertos...

En eso recordé a Gustavo Adolfo Becquer. Estaba enamorada de él como a los 15 años. No sé si de él propiamente, pero su poesía es la única que hasta ahora me ha llegado al alma. Tiene razón tal vez mi editor cuando me dice que soy una "romántica". Puede ser que mi concepto del amor esté fundado las rimas de pasiones contenidas del siglo XIX, y que eso me haga ser un personaje anacrónico para estos tiempos.

Como cada noche esperé la cita ansiada con mi inspiración, pero avanzó la hora y ella nunca llegó. Será que todo sentimiento expresado se vuelve vano comparado con Becquer y su obra? O será que el tiempo, el desgaste y la ausencia están matando en mi corazón los latidos que hasta hace unos días repiqueteaban en mi interior?

No sé cómo siente un hombre que ama. No sé si llegaré a saberlo. Y creo que ya no quiero angustiarme por eso. Pero al leer estas líneas pienso en otras, que alguna vez soñé que fueran dirigidas a mi persona, y siento que mi pecho se expande como si en él otro espíritu se anidara.

Cuando en la noche te envuelven

las alas de tul del sueño

y tus tendidas pestañas

semejan arcos de ébano,

por escuchar los latidos

de tu corazón inquieto

y reclinar tu dormida

cabeza sobre mi pecho,

¡diera, alma mía,

cuanto poseo,

la luz, el aire

y el pensamiento!

Cuando se clavan tus ojos

en un invisible objeto

y tus labios ilumina

de una sonrisa el reflejo,

por leer sobre tu frente

el callado pensamiento

que pasa como la nube

del mar sobre el ancho espejo,

¡diera, alma mía,

cuanto deseo,

la fama, el oro,

la gloria, el genio!

Cuando enmudece tu lengua

y se apresura tu aliento,

y tus mejillas se encienden

y entornas tus ojos negros,

por ver entre sus pestañas

brillar con húmedo fuego

la ardiente chispa que brota

del volcán de los deseos,

diera, alma mía,

por cuanto espero,

la fe, el espíritu,

la tierra, el cielo.

Sentirá así un hombre que ama? O serán sólo palabras dulces para aflojar la resistencia de una mujer renuente a abrir su corazón?

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Los muros.


A veces, cuando veo una película, me fijo en los objetos que están detrás o a los lados de la persona que es enfocada. Los posters en la pieza del adolescente; las flores en la mesa de una mujer sola. Las fotos en las paredes. Las miro y pienso si habrá un motivo para que estén ahí, alguna razón específica. Si son sólo parte de un intento del encargado de la decoración (nunca he sabido bien qué profesional hace eso) por dar pistas sobre la personalidad del sujeto, si son una manera de generar más empatía con el espectador. Si sólo refleja los gustos del decorador. Si lo rescataron de la pieza de los cachureos.

Por ejemplo, en “Rock Star” el protagonista tenía un poster de Metallica entre todos los de grupos Glam a los que se supone rendía culto. Pero la historia era ambientada en el año 84. Es decir, cuando recién este grupo metía un poco de bulla. Contradíganme los eruditos, pero no me cuadra.

Mi antigua pieza en la casa de mis papás estaba tapizada de posters metaleros, tantos, que me llegaba a dar susto. También habían afiches de conciertos, sobre todo de algunos que organicé yo. Entre tanta violencia, un autoadhesivo del gato Silvestre hablando con su hijo. También tuve por años una bandera chilena. Todo eso lo heredó mi hermano.

Serán nuestros muros representativos de lo que somos? Si es así, qué representarán de mí los múltiples arañazos y trozos menos de papel producto de las manicures de Gatoku?

Caminé, por calles y senderos que no había visto.

Caminar no me sirve. Esta tarde recorrí muchas calles, vi cómo el verde florece en las aceras, cómo caían pétalos desmembrados ante mi paso. Pero en mi mente no hubo claridad, sólo demonios y tormentos enmascarados.

Pienso si acaso llegará el día en que despierte y lo primero que venga a mi cara sea una sonrisa. Si abriré los ojos y descubriré nuevos destellos al mirarme en un espejo. Si mis brazos serán cobijados por algo más que mis propias manos ateridas.

Ahora camino, ni rápido ni lento. Sólo dejo que el aire a medias se apodere de mis pulmones. Siento en la piel el roce cristalino del sol, que no alcanza a llegar a mi espíritu.

Quiero paz, pero una tristeza oculta empaña el resplandor nocturno.

Me deja.

Me deja atrás en su vuelo.

Siguen sus pasos nuevos surcos en la tierra, y mi figura se desdibuja con el tiempo y la distancia.

En mi pecho mueren frases sin pronunciar.

En mi boca desaparecen risas sin sonidos.

Mi faz se disuelve en la niebla, y el polvo de los años deja una sombra oscura en el lugar que alguna vez me vio radiante.

Y dejo de respirar...

Amanda Cabot.
Septiembre 5 de 2007.-
Me pierdo, como viajera que ha extraviado su equipaje en el andén.

Imaginación...

Creo que estoy recuperando mi capacidad de imaginar. No sé si lo que produzca sea bueno o tenga mucho aún que mejorar, pero me he sorprendido estos días pensando en historias irreales, ambientadas en otras épocas, con heroínas que no se parecen a mí, con hombres distintos a los que he conocido.

Es como si se hubiera abierto una puerta clausurada años atrás... ahora me ha dado por buscar información de otras épocas y escribir sobre ellas.

Será que se me hace imposible concebir ilusiones en tiempos como éstos? O posiblemente es un escape emocional para alienarme de esta realidad, y creer que en otras vidas tal vez sí tuve lo que en ésta se me ha negado?

A lo mejor es un simple despliegue de imaginación. Tendré que aprovecharlo mientras dure.

martes, 4 de septiembre de 2007

Aislada!!!

Jamás pensé que septiembre me haría esta gracia. Estoy aislada, casi como si un huracán me hubiera desplazado a un lugar desierto y sin compañía.

Mi auto está y seguirá averiado por un rato. Por una diabólica jugada del destino sólo cuento con $2000 en efectivo y otros $2000 en la tarjeta bip hasta el martes aprox. de la otra semana.

Debo cocinar, ya que no puedo darme el gusto de ir donde mi amiga peruana a disfrutar de sus deliciosas y económicas colaciones.

Puedo ir al supermercado, a unas 6 cuadras, y traer lo necesario. El problema es que no puedo cargar peso, y sin auto no puedo traer más de un par de bolsas. Es decir, tendría que ir todos los días y comprar de a "poquitos".

Estoy clausurada como ser humano hasta la otra semana. Nada de salidas con las amigas, ni siquiera a tomar un inocente helado. Qué decir de ir al dancing. Al menos no me han dado ganas...

Así que pasaré los siguientes días comiendo fideos en todas sus variedades (hoy y mañana es el turno de la versión con huevo; después deberé pasar a las variantes con atún, con salsa, con crema...), viendo la TV abierta (que cada día está peor), dando un paseo diario para ir a comprar pancito... y sería todo. Ah! mi madre vendrá a verme el jueves.

Bendito septiembre...

Pd.- la chica de la foto como que se parece a Michael Jackson...

Quisiera ser como una ranita...


Cuando vivía con mis hermanos solían molestarme diciéndome que tenía cara de rana. Bastaba que saliera la Rana René en la tele para que comenzaran las burlas. "Mira, ahí está la Lily". Me daba como vergüenza, típico que cuando una es chica todo le da plancha.

Pero el año pasado, mientras acompañaba a un guapo ejecutivo trasandino a hacer unas compritas a un mall por ahí, viste? encontré en la sección juguetería el regalo soñado para mi chanchi: una rana de peluche que cantaba y se llamaba Lily. Cuando quise ir por ella ya no habían, y me arrepentiré for ever de no habérsela comprado en ese momento.

Ahora me gusta la idea de parecerme a una ranita. Son bonitas, ágiles, simpáticas, tienen piernas largas, se visten de verde. Y algunas son medio venenosas. No como los sapos, que son gordos, feos y hacen ruidos raros. Las ranitas son esbeltas, graciosas. Como la de la imagen. Creo que si le pongo pelo largo, ondulado y oscuro se vería igual a mí.

Si la vida fuera más sencilla... como la de las ranas. Son hermafroditas, es decir, no necesitan de un macho procreador para sentirse realizadas. Si la conservación de la especie lo requiere, pum! se hacen de guagua, y punto. Nada de estar con la eterna remolienda de que si le gustaré, si me pescará, si vendrá a verme alguna vez, si me hará sufrir, si soy bonita... nada.

A medida que lo pienso más lecciones creo que puedo aprender de las ranas. Viven felices en su charco, se movilizan por cuenta propia, no dependen de nada ni de nadie... y no andan inspirando pena para que les tiren un cariño de vez en cuando.

Vivan las ranas! y si tengo suerte quizás este año le encuentre a mi sobrina la Rana Lily, con sus canciones y su cara de simpatía.

Pequeñas heridas.

Por qué será que a veces olvidamos las pequeñas cositas, gestos, palabritas, que de un momento a otro dejamos caer o nos provocan heridas?

Son tantas las grandes agonías que se nos borra del recuerdo que una simple expresión a veces puede causar un daño tan doloroso como un gran motivo.

O yo ando muy sensible.

O soy caldo de cultivo para tomar cualquier cosa y volverla en mi contra.

En estos momentos me dejo llevar por una dolencia pequeña, pero que remueve hasta mis más ocultos temores.

Creo que esta noche ganaron los demonios. Tal vez mañana les arrebate el poder sobre mi espíritu. Y así, en este eterno espiral...

Qué agotadora! Con razón me tratan con pinzas, como a un ser infeccioso. Debo colmarle la paciencia a cualquiera.

Será el momento de dar un paso al costado y darme por vencida? Decir "hasta aquí no más llega esta micro", y mandar todo al infierno?

Cansada. Me siento tan cansada. Y el destino que me manda señales que me arrojan a un precipicio... así cualquiera se enreda, no?

Ya, me rindo. Que sea lo que dios quiera.

Duerme.

Duerme, pequeña. Deja que tus sentidos se aletarguen, que el silencio de la noche te envuelva y quite de tu alma las penas.

Descansa, protegida por tu madriguera. Que las lágrimas corran por tu faz, que el viento se lleve los pesares, los dolores eternos escondidos en tu pecho.

Olvida. Quema los recuerdos, lánzalos al vacío y sumérgete en las aguas tibias que te esperan.

No hay abrazo que ampare. No hay caricia que consuele.

Sólo estás tú, con la débil luz que ilumina dulcemente tus pupilas, y tu tristeza.

Nadie dirá tu nombre, ni vendrá a despertarte.

Sólo duerme, y déjate llevar.

Amanda Cabot.
Septiembre 4, 2007.-
Duerme, aunque nadie vele tu sueño ni acaricie tu cabello.

lunes, 3 de septiembre de 2007

Mándale mi amor...

Estaba cansada. Manejaba el auto como una autómata, sin destino fijo, sin ánimos para volver a mi casa. Me preguntaba por qué mi manía de insistir en sacar a flote una relación que se precipitaba cuesta abajo; sería la costumbre, la tranquilidad de tener cada mañana un motivo por el cual ponerse de pie?

Hacía tiempo que no sentía latir mi corazón. Todo se había vuelto una maraña de responsabilidades, ambiciones; trabajar duro para asegurar un bienestar material, seguir trabajando para costear un estilo de vida, soportar las deudas, las mías y las de él, porque yo había tenido suerte, yo había tenido estudios. Yo podía cargar con ese peso.

Pero añoraba la magia, aquella que me envolvía años atrás y me hacía volar con sueños e imágenes nuevas, descubriendo en cada paso una obra maestra para capturar, contemplando la belleza del rocío que cae desde una hoja temblorosa...

Tuve que frenar bruscamente. En principio fue una sombra, y mis sentidos, más alertas que mi mente, actuaron como reflejo ante un peatón imprudente. Luego pude constatar que era yo la que estaba pasándome una luz roja.

Avergonzada por mi descuido, bajé el vidrio para pedir disculpas al transeúnte, y me quedé pasmada. Con una sonrisa traviesa, y esa típica lucecita juguetona saltando de un ojo a otro, Ignacio, el mismo de mi pasado, me miraba y esperaba mis disculpas.

Cinco años atrás, en una madrugada de primavera, salí corriendo de su casa. Era como una especie de intoxicación la que me producía con su actitud desfachatada, su simpleza para ver la vida. Sabía que me quería, que había pasado a ser para él una especie de "amor platónico", ya que yo estaba empeñada en hacerme adorar por otro hombre. Pero no pude amarlo. Algo me lo impedía; no sé si su fácil entrega, o el dolor que temía causarle por mis constantes conflictos. O la escasa certeza de que si yo daba un paso adelante él haría lo mismo, cortaría sus ataduras, y se iría conmigo. Lo había herido, y desde entonces no lo había visto.

Fuimos en mi auto a un café cercano a su casa. Me pareció que era lo mínimo que podía hacer después de haberlo casi atropellado, y además, en un rinconcito de mi corazón, me halagaba volver a verlo. Me contó de sus viajes, de las mil y una aventuras que había vivido después de la última vez que nos vimos. De los amores inconclusos, las historias nunca bien terminadas, y de la mujer que en esos momentos ocupaba su alma.

- Nunca pude querer a nadie como te quise a ti.

Me pregunté al mirarlo qué habría pasado si en vez de seguir empeñada en una relación que ahora se iba a pique hubiera optado por él. Habría sido más feliz? Me habría sentido más linda, más tomada en cuenta, más respetada como ser humano y artista?

En eso se fue por un momento, y luego volvió. Inmersa en mis pensamientos no me preocupé de lo que hacía, pero al escuchar la música me di cuenta. Había puesto un disco de Journey, y sonaba "Send her my love".

- Mira, esta canción es preciosa. Cuando la escuchaba me acordaba de ti, pensaba dónde estarías, y te enviaba todo mi amor.

Encontré un poco cursi la escena, pero no quise aguar el momento. Ya suficiente había tenido con las peleas de las últimas semanas como para despreciar un poco de cariño. Mal que mal, siempre que las cosas se ponían feas me acordaba de él, y me desquitaba ligeramente pensando que había alguien en el mundo que sí me quería de verdad.

No supe en qué momento estaba en sus brazos. Hacía tanto que no temblaba con una caricia, que no sentía un beso quemándome la boca, que pensé que estaba alucinando. Cuando me di cuenta ya estábamos en el auto, enloquecidos, haciendo lo que cinco años atrás no me había atrevido.

Volví a mi casa en silencio. No pude poner la radio. También estaba apagado mi celular, en previsión de posibles llamadas que sabía que no llegarían. Gonzalo estaba acostumbrado a que yo lo llamara cada noche, así que lo más probable era que se hubiera dormido sin extrañarse por mi silencio, y sin molestarse en averiguar mi paradero.

En el camino pensé en lo que había sucedido, en las caricias febriles, en la pasión desatada que de pronto se había apoderado de mi cuerpo. En las promesas de un futuro libre de pesadillas. Comprendí que no había vuelta atrás, que ya no podía seguir mintiéndome ni a mí ni a Gonzalo. Ya no lo quería, y no podía seguir con él.

Al día siguiente me vestí sintiendo que iba al cadalso. Respiré y me miré en el espejo. "Estás segura?" me preguntaba, y escudriñaba el fondo de mis pupilas para descubrir algún indicio de duda. "Sí, lo estoy".

- Te admiro, nunca voy a dejar de asombrarme con tu frialdad. Gonzalo no podía creer que le estaba pidiendo que me dejara libre. - Hay otro hombre?
- No, respondí, y sentí que no estaba mintiendo. No era por Ignacio que yo lo estaba dejando. Era por mí, por mi propio cansancio, por las promesas nunca cumplidas, por el tiempo que se alargaba y no nos llevaba a ninguna parte.

Se enojó, golpeó el auto. Me rogó que lo pensara bien. Que eran cinco años, cómo los iba a tirar por la borda? No cedí. No quería seguir a su lado, y menos después de haberme entregado con tanto afán a otras manos.

Me fui conteniendo las lágrimas. En mi casa pude llorar por la pena que le causaba a Gonzalo, por los años de amor a medias, por las ilusiones truncas. Pero me sentí aliviada. Sentí que la sangre estaba corriendo otra vez por mis venas, que podía salir el sol en mis amaneceres. Que podía volver a sentir que me querían sin tener que hacer algo para merecerlo.

En la noche llamé a Ignacio. Me sentía sola y comenzaba a dudar de lo que había hecho. Vino a acompañarme, y me aseguró que él también había roto su compromiso. Dormimos abrazados. Al día siguiente comenzaría una nueva vida para los dos.

Al despertar, encontré mi cama vacía, y una nota junto al teléfono.

"Perdona, pero no podemos dejarnos llevar por falsas ilusiones. Creo que es mejor quedarme solo, para pensar bien las cosas y no hacerte daño. Espero que encuentres tu felicidad".

Pensé si habría sido todo una maniobra de venganza. O si simplemente era un niño pequeño huyendo de algo que le daba miedo. Sonreí con amargura al pensar en las promesas, las fáciles palabras que escapaban de su boca la noche recién pasada. Cómo se puede mentir tan descaradamente, sin una pizca de vergüenza?

Abrí las cortinas, y dejé entrar el sol en mi pieza. Respiré, y pensé que ahora sí que se iniciaba una nueva vida para mí.






Día de brujis



Era la última gestión pendiente. De todas las cosas que prometimos hacer, era la única que aún no realizábamos.

A mí me daba un poco de susto, porque en ciertas áreas me habían salido muy buenas las cartas anteriormente y no quería echarme a perder el ánimo con malos vaticinios, pero la curiosidad pudo más, y partimos a nuestra sesión de brujis con Ingers.

Como el auto encontró que era gracioso echarse a perder (tengo la seria sospecha de que el cuidador anterior me mandó una maldición), tuvimos que irnos en Transantiago. Una odisea, qué decir.

Le dije a Ingers que quedaría encantada con la tía, y así no más fue. Es tan cariñosa, abierta de mente y vital, que hasta las señales negativas del destino una se las toma con calma. Pero la tirada de Ingers fue muy buena, con grandes cosas positivas en lo venidero, y con la certeza de que los malos tiempos quedaron atrás.

Entusiasmada encaré mi turno. Al tiro cambió la cosa. Si bien me salían señales positivas en muchos aspectos, el que más me interesaba no me cuadró mucho, y ahí me bajoneé. Parece que para variar tendré que andar por la vida medio coja, sonriendo por un lado y llorando por otro, hasta que algún día, quizás tal vez en una de esas, pase algo realmente bueno y pueda sonreir con más ganas.

Al menos Ingers quedó contenta con su tirada. Yo, medio asustada, y esperando que el destino me mueva un poco, porque lo que sí me queda claro es que éste es un momento para abrirme a lo que venga, y no de forzarle la mano a la vida.

Todos mis gatos...

En mi pieza tengo un collage con muchas fotos de mi infancia, paso por el colegio y hasta de mi titulación en la universidad, imágenes que por alguna absurda razón que conozco y me avergüenza revelar estaban ocultas en el fondo de un cajón inaccesible. Hace unas semanas las encontré, y reemplacé un descolorido poster de Paradise Lost, dándome el gusto de recortar todas las personas que no me hacía gracia que estuvieran ahí.

Entre tanto personaje ilustre hay dos que esta mañana estuve recordando: mis gatos. En total he tenido tres, si obviamos al primero, el Humito, que tuvo un trágico final que prefiero no recordar.

Los tres son iguales, blanco con negro. Cuál será ese afán de hacerme de gatos colocolinos? Sólo puedo decir en mi favor que no existen gatos azules, y que no voy a teñirles el pelaje sólo por amor a un estandarte...

La primera fue Pitusa, mi gata engreída. Me la regalaron para un cumpleaños, creo que como a los 12 ó 13 años. Era idiotina. Malas pulgas, antipática. Si uno la tomaba para acariciarla se arrancaba. Arisca, ponía mala cara a las visitas no gratas. Sin embargo, más de una vez llegó a mis brazos cuando alguna penita hacía rodar lágrimas por mi infantil cara...

Era maravillosa. Se creía la reina de Saba. Coqueta hasta decir basta, sigilosa, copuchenta; cada vez que a mi madre se le ocurría modificar la casa (una vez al año, por lo menos) ella tenía que ir a inspeccionar los cambios realizados al final de la jornada. Los maestros esperaban hasta que ella diera su aprobación.

Con sutileza abría las ventanas y se colaba al interior de la casa, pese a que mi madre insistía en que durmiera fuera. De una u otra forma siempre la encontraba, a la mañana siguiente, cómodamente instalada en una silla del comedor. Abría las puertas con suavidad, parecía una culebra contorneándose alrededor de los muebles. Suavecita, ni se sentía. Excepto para comer, ya que hacíamos sonar un plato con una cuchara, y se sentía desde lejos el tronar de su carrera por los techos de los vecinos.

Sinvergüenza. Era muy frecuente que los vecinos la hallaran durmiendo en medio de sus camas de dos plazas. Incluso una vez robó el trozo de carne que alguien estaba preparando en la cocina. Sacando cuentas, me hizo pasar hartas planchas.

Estaba medio loca, insisto que por culpa de un accidente. Cierto día, siendo pequeña aún, jugaba en medio de la calle, cuando de pronto un auto venía rápidamente hacia ella. Era muy inteligente, porque en vez de correr hacia la vereda (atropello seguro), ella lo hizo en sentido contrario y pasó por debajo del auto. Se sintió un golpe, y cuando fuimos a verla, tenía una herida sobre un ojo, además de quedar un poco mareada. Desde ese día comenzó su errática conducta.

Y lo más importante: era muy fresca. Pese a que le poníamos inyecciones anticonceptivas, de una u otra manera se las arreglaba para llenarnos el patio de enamorados. Era de terror mirar en la noche, decenas de pares de brillantes ojos pendientes de sus eróticos movimientos. Aunque hubo uno que siempre ganaba; Peter el Negro. Era el típico gato callejero, peleador, matonezco. Pero era su adoración. No importaba que tuviera una corte de lindos galanes listos para complacerla, aparecía Peter (bautizado así por mi padre), y todos corrían, mientras ella, toda cocoroca, se rendía a sus encantos.

La foto que guardo de ella precisamente inmortalizó uno de esos momentos. Es como para la portada de una Playboy felina. Al final le decíamos "Prostitusa".

El siguiente fue justo un hijo de mi amada Pitusa: Pichín. Originalmente conocido como Nitrito, en honor a la carrera Química de mi hermano, rápidamente derivamos a su nuevo nombre. Era hambriento. Pobre, recuerdo que poníamos la comida para ambos en un gran plato, y por jerarquía él debía esperar a que su amorosa madre comiera primero. Ella lo hacía sufrir. Picoteaba por un lado, por otro. Se quedaba mirando el plato. Hacía como que se iría, pero bastaba que Pichín se acercara para que se le engrifara, lo llamara al orden, y siguiera comiendo, un poquito por aquí, otro poquito por allá. Cuando por fin quedaba el alimento a su disposición, él limpiaba el plato desde una orilla hasta el otro extremo, sin escoger. Tragaba absolutamente todo.

Para una navidad mi hermano mayor llegó a casa con una jaula y dos canarios, que regalaría a su actual esposa. Pitusa miró la jaula con cara de interrogación, le explicamos que no debía acercarse, y siguió durmiendo ajena al bullicio de las aves. Pichín vio la jaula y se lanzó en picada. Igual que Silvestre cuando trata de engullir al lindo canarito. Una y otra vez chocaba contra los fierros, y finalmente los observaba, en actitud culebrezca, esperando una oportunidad para terminar con sus vidas y sus cantos. Un día encontramos la jaula en el suelo, pero afortunadamente no le dio la inteligencia para abrirla.

El pobre se fue exiliado el día que se le ocurrió exterminar a un nuevo hijito de Pitusa. Ella tuvo un parto difícil, y sólo sobrevivió un gordito blanco con la cola gris. En un descuido, Pichín lo sacó de la cama y se lo llevó al patio de otra casa. Yo alcancé a verlo, y salté la pandereta para rescatarlo, pero llegué tarde... me dio ataque de nervios, así que chaolín con el gato. Igual tengo una foto, sacada por mis hermanos, el día después de una fiesta de cumpleaños. Estoy durmiendo en un sofá, y al lado, en un sillón, Pichín está durmiendo en la misma posición.

Y ahora él, Gatoku, personaje muy importante, que se cree dueño de mi casa (capaz de que un día no me deje entrar). Es tan consentido que hasta lo llevo de visita cuando voy a ver a mis padres. Creo que a cualquier persona que lo viera muy instalado en el asiento del copiloto le daría ataque de risa. Pero yo lo hago por su salud, para que aproveche de subirse a los árboles y perseguir pajaritos, y para evitar tener que salir a pasear con él como si fuera un perrito.

Me compré un futón y cree que es para él. Basta que una visita se siente para que él vaya inmediatamente a recuperar su lugar. Ahora estoy enojada con él, porque anoche no me dejó dormir. Me despertaba a cada rato con sus llamados y lamentos, y hasta vino en una a tocarme la cara porque "quería jugar". Creo que eso me pasa por dejarlo solo sábado y domingo. Aunque lo reté, igual lo tengo echado a mis pies. Es tan regalón.

A diferencia de Pitusa, él no es sigiloso. Abre las puertas a empujones, tira todo lejos, me deja desastres, me tiene los muros llenos de arañazos... dicen que si se me ocurre tener hijos con él tengo un buen entrenamiento. No sé si será muy recomendable como práctica, pero sí al menos que es un buen compañero. Ya me haré un collage con todas las fotos de él que tengo.Espero no llegar a ser así cuando más vieja. Está bien que tenga una historia marcada por la presencia felina, pero de a uno a la vez. Ya le dije a mi editor "si me escuchas decir que quiero otro gato, golpéame". Y espero que de verdad me cumpla. Ya estoy trastornada con uno, no pretendo hacerme de otro!