
Alguna vez quise ser diosa, dormirme en un abrazo, sonreir desde lo alto y llenar los días de colores. Ahora no lo necesito.
Me tengo, y me basto. Miro por la ventana, veo a las gentes pelearse por un espacio de vereda, y me siento ajena y contenta. No soy como ellos. Mi madera es de otra cepa.
Y los anhelos no me abandonan. Sé que algo vendrá, con calma, con sinceridad, y dejaré atrás las cicatrices y los desprecios. Mi alma está intacta.
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