
Nada entrego, nada encuentro. No quise transformar mi faz en el recuerdo dormido de las horas que pasaron.
Y aún así, a minutos de romper con las tradiciones, vuelvo la mirada con ansias, como esperando que regrese sobre sus pasos, que levante el velo de los sueños muertos, y ponga una ofrenda a mis pies.
Nada yace en el fondo estancado de las aguas que se helaron en la inercia.
Nadie vela mi descanso en la mañana.
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