Mis manos reviven en formas distintas, llenando de color mis rincones, cubriendo mi cuerpo con la suave calidez de una joya labrada.
Y sin embargo... se hunden, se extravían en un mar negro sin estrellas. Dónde quedó el palpitar de esas otras, fuertes, seguras, que tomaban las mías y las sujetaban en mi espalda?
Me voy encerrando en un lapidario espiral de silencio.
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