Suaves se deslizan las puntas de los dedos sobr eun papel sin dueño.
El agua está en calma.
Los ritos se convierten en susurros, y una voz palpita en la distancia.
He aquí que somos ídolos, cargando cruces y evitando los desvíos.
El agua sigue en calma.
Y a veces un resplandor de otros períodos se dibuja sobre el filo de las colinas.
El alma está en vilo. La pasión duerme con las nubes, amenazante.
Suenan los ecos malheridos.
miércoles, 9 de julio de 2008
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