viernes, 31 de agosto de 2007

Regálame, septiembre.

Regálame, septiembre, una sonrisa iluminada, el amanecer y su clara penumbra, el abrazo de su fuego y las delicias de su almohada.

Tráeme la llama viva del calor de su mirada, inquieta mis sentidos, despierta mi piel soñadora y átame con hilos de colores a su aliento y los pasos en el silencio.

Desentierra mi néctar del fondo muerto de mis sueños adormecidos; limpia mi cara de cenizas, dame paz y el éxtasis de sentirme diosa poseída.

Regálame, septiembre, las alas para volar a otras dimensiones, las cumbres donde mi nombre resuene con un eco sin descando. Revive el pulso de mi pecho enloquecido, entrégame al placer, y sobre todo, dame su corazón en un cáliz de cristal.

Porque tu brisa perfora mis muros y me desnuda de prejuicios. Como en un altar, mirando embobada la divina majestad de una flor que se abre al sol que nace.

Amanda Cabot.
Agosto 31, 2007.-
Regálame, septiembre, la furia de sus besos y su vientre a compás del mío.

Una foto de mí...

Husmeando en sus rincones la pude ver. Escondida, pasando casi inadvertida entre decenas de recuerdos, tenía una foto mía. Yo no sabía de su existencia, ni siquiera recordaba el momento en que me la tomaron. Era bastante más joven, reía en forma descarada, ajena al dedo maligno que inmortalizaba ese momento.

No pude entender si era casualidad o si esa imagen tenía una carga mayor de significado. De alguna manera me halagó verla. Como si de pronto la frescura de mis sueños juveniles tomara forma nuevamente; aquellos que habían sido olvidados, sepultados tras la maraña de responsabilidades y tontos excesos de mi vida adulta...

En esa época recuerdo haber escrito mi mejor cuento, uno sobre un hombre alado que me visitaba en el cuarto olvidado de una residencial añosa. Qué hermosa historia de amor era esa! Incluso gané un concurso literario con esa creación de mi incipiente e imaginativa senda.

Cómo se pierden las ilusiones que nos dan vida, que moldean nuestras existencias, por culpa de este inútil esfuerzo por destacar en el mercado, por pretender liderar, ser proactivos, cuidar el trabajo, humillarse por un sueldo, perder las ganas y el incentivo por levantarse cada mañana. Como si el auto nuevo, los zapatos caros, la ropa de fina estampa, pudieran reemplazar el calor de nuestros propios corazones.

De alguna manera esa imagen, mi rostro radiante, mi expresión despreocupada, me trajo de vuelta a un camino que creía olvidado, y sí, tal vez, haya abierto la puerta para encontrar esa razón de mi ser, extraviada pero no muerta ni sepultada.

jueves, 30 de agosto de 2007

Me respondo a mí misma...

En este afán esquizofrénico de inventarme diálogos encontré una vez más respuesta a mis propias preguntas.

Qué vine a aprender?

Cada día aprendo algo nuevo, sobre mí y sobre el resto. Aprendo que cosas simples nos dan alegrías, que más se consigue con sonrisas que con retos, que si pretendemos crecer debemos mirar hacia arriba y buscar la ruta para llegar donde queremos... aprendo también que la forma de amor más completa es la misericordia, y que no hay dicha en sólo recibir, si no más bien en dar.

Si elijo mirar el lado oscuro es obvio que tendré pesadillas. Si me encierro en mi cueva la luz no entrará en mi vida. Si mi corazón me susurra con voz suave pero firme debo hacerle caso, porque siempre me dirá la verdad. Y sobre todo, me dirá en quiénes debo confiar.

Y ya no más esconder la verguenza bajo la cama. No más ocultar sentimientos por orgullos mal entendidos, y heridas que ya no tienen que sangrar. Si quiero salir del círculo eterno de dolores tengo que ser yo la que dé un paso al costado.

Porque a algo vine a este mundo, y mientras no lo tenga claro debo seguir buscando. Porque no dejaré que la vida me abandone en un rincón, mientras lleva bendiciones a todos aquellos que las quieran recibir. Me niego. Quiero que la alegría invada mi peregrinar y el de aquellos a quienes amo. Y no llegará en un paquete especial si no salgo a encontrarlo.

La existencia...

He estado leyendo mucho sobre la reencarnación, tema que me apasiona pero que he tenido un poco de lado (así como muchas otras cosas). Hoy, al igual que ayer, no puedo dejar de preguntarme: qué es lo que vine a aprender?

Porque cuando creo que se abre una ventana de esperanza y nuevas ilusiones, cuando mi corazón rebosa afecto y espera el momento mágico para desbordarlo, la realidad me golpea de nuevo, me abre los ojos, me recuerda que "no ha lugar" a mis demandas. Y así, en un eterno espiral...

A veces creo que el destino trata porfiadamente de enseñarme algo, y que soy tan bruta que no logro comprenderlo. A veces se me imagina que el día que entienda finalmente qué hago en este paso por la existencia tendré que abandonarla, así que casi quiero no entender nada. A veces siento que en otros rumbos fui una mugre de ser humano, y que aquí y ahora debo pasar por todo aquello que a otros hice vivir anteriormente.

Y el dolor... cuándo se terminará este eterno bloque de mármol que me oprime el pecho, y que me impide volver a soñar con mejores tiempos?

Estoy cansada, la verdad. Cuando creo vislumbrar un lecho tibio donde podré llegar a cobijarme siento un portazo en la cara, y a seguir caminando bajo la lluvia y el hielo.

Será toda la existencia sentir alegría por el rayito de sol que entra por mi ventana, saludar a las flores cuando paso por una calle, respirar y dejar que el aire fresco llene mis pulmones? Sólo eso? Sé que todo eso es Zen, pero sólo eso me cabe esperar de este paso por la humanidad?

Me colé en este mundo "a la mala". Nadie me llamó ni se le ocurrió traerme, pero acá estamos. Ya no hay vuelta atrás. Además que no pretendo volver a vivir este calvario en una nueva existencia en el futuro. Para eso, no vuelvo.

Y ahora? A seguir sobreviviendo?

También necesito un abrazo de vez en cuando, una caricia sutil, la certeza de que puedo soñar con cosas grandes. Porque me niego a creer que la vida pasará por mi lado y me dejará olvidada. No puede ser así, no puede...

Ultimos acontecimientos de mi atribulada existencia.

Descubrí que por poco dinero se puede comer bien, a unos pasos de mi casa, y sin quemarme las manos ni tener que lavar loza. Es como una pequeña bendición caída sobre mi humilde persona.

También me llegaron las bases para participar en un concurso de relatos eróticos. No gano nada, más que la posibilidad de que mi nombre comience a sonar fuera de mis fronteras (digamos, fuera de mi departamento, porque aparte de este blog aún no publico cosa alguna). Lo malo es que no sé de qué hablaría. Qué historia podría inventar que no me llene el alma de nostalgias, o que no caiga en las banales aventuras sin fondo?

Terminé de ambientar mi casa. Quedó bella.

Mi auto está fallando. Hoy no me atreví a llevarlo al mecánico (al otro extremo del mundo), así que deberé ir mañana.

Trabajé. Y trabajo. Harto.

Vi Fortunato. Aún no sé si es fome o entretenida.

Y así se acaba un nuevo día. Hoy no tengo inspiración. Tal vez mañana salga algo decente de estas manos.

Dejar atrás...

Quiero sacarme esta noche de encima todos los pesos, las molestas cargas, los dolores inútiles, las lágrimas ya secas.

Quiero abrir la caja rota de mis recuerdos más tristes y ofrendarlos al viento. Llévatelos, y hazlos morir en mi retina!

Quiero cerrar los ojos y sentir que respiro un aire nuevo, que las dudas no volverán, que mi sonrisa se llenará de colores nuevos.

Quiero dejar atrás los lamentos, los egoísmos, las pieles marchitas, los desprecios a mi corazón en llagas.

Agosto, te vas...

Te vas y me dejas una flor en la ventana. Fuiste casi todo lo que soñé: trajiste sus pasos a mi casa, vestiste de colores mis espacios, te llevaste con tus aguas los temores y las dudas, y más aún, le diste motivos de nuevas alegrías a quienes amo.

Sólo puedo darte las gracias, y esperar tranquila que la huella que en mí dejas no se desvanezca con el tiempo.

Septiembre... qué sorpresas me traerás?

miércoles, 29 de agosto de 2007

Todas las horas

Todas las horas estaría en tu memoria, en tu reflejo. Guardaría tu sueño, iluminaría tu rostro cada mañana para que las gentes se abrieran paso ante tu andar.

Todas las horas, cada una de ellas, pondría azúcar en tus manos y sonrisas a tus pies. Que el mundo entero sepa que por ti me muero, que mi sangre se aglomera sólo al recordar tu nombre.

Todas las horas, todas, las pasaría acariciando tus mejillas, dando calor a tus silencios, sembrando ilusiones nuevas en cada idea. Me enfrentaría a mil demonios y espíritus enardecidos, sólo por sentir ese aliento en mi pecho descubierto.

Todas las horas... mis dedos recorrerían cada rincón de tu piel oculta. Me iría cantando por un sendero de espanto, y resucitaría con todas las lunas por tu sereno mirar.

Amanda Cabot.
Agosto 29 de 2007.-
Todas las horas... diré tu nombre en voz baja y enviaré la fuerza de mil halcones para guiar tus pasos.

lunes, 27 de agosto de 2007

Mi naturaleza.




Es mi naturaleza saludar al sol y su brillante aura, y buscar en el suelo nuevos agujeros para esconderme.

Mi naturaleza... compararme con diosas griegas, y creer que nunca seré lo suficientemente bella para alcanzar su corazón.

Poner en una carta todo sentimiento desbordado, y ocultar mis emociones en el cauce alegre de una voz despreocupada.

Caminar con la sonrisa amplia y la frente en alto, y maldecir en silencio por la insistencia de la gente en mirar mi paso.

Es mi naturaleza suspirar con una historia romántica, y reirme hasta las lágrimas con mis propios desengaños.


Gritar en la calle por una noticia impactante, y guardar en un archivo mis rotas y maltrechas ilusiones.

Disfrutar en soledad con un susurro a la distancia, y morder la almohada por no tener sus labios en mi espalda.

Amanda Cabot.
Agosto 27 de 2007.-
Es mi naturaleza... mirar al espejo con expresión desenfadada, y dejar que corran sin sonidos mis lágrimas.

domingo, 26 de agosto de 2007

Todos me fallaron... menos él.

Sabía que algo raro sucedía, ya que le mandaba varios mails en la semana y no tenía respuesta. Tampoco se conectaba al msn. Empecé a sospechar que me saldría con una sorpresita, así que tomé cartas en el asunto.

El viernes me lo confirmó. No iría conmigo al clásico de hoy. Sabiendo que hacía años que no iba al estadio, y más aún, que nunca había ido a un choque de universidades, habíamos acordado que éste sería el encuentro para volver a gritar por nuestros colores. Pero me falló. Mi amiga Paz optó por quedarse tranquilamente con su hijita en casa, y hasta inventó una inexistente celebración familiar para justificar su desidia.

Como soy muy mal pensada, me aseguré y coordiné con Claudiño la asistencia y compra de entradas, así que el desaire de mi amiga no me impactó. Estaría hoy sí o sí en el Nacional.

El día estaba hermoso, lindo como para celebrarlo con un par de goles. Nos juntamos en el RocaSchop, para dejar en un lugar seguro el auto (más que un eventual robo, me asustaba la posibilidad de que un piedrazo malintencionado afeara más aún mi pobre cacharro). Tras un completo y una noticia realmente infartante (va otro abrazo, Claudiño), nos encaminamos al estadio.

Ibamos un poco justitos con la hora, y nuestros temores se hicieron realidad. Estaba lleno de gente, y ya habían cerrado las puertas de acceso. Corriendo y saltando sobre las rejas papales tiradas en el suelo, nos colamos en una fila, férreamente custodiada por unos pacos a caballo. Me daba un poco de temor verlos golpeando con las varas a los asistentes más ofuscados, y más aún cuando de pronto uno de ellos se fue hacia atrás en su caballo, y casi aplasta a Claudiño. El gentío me pisoteó una pierna (qué dolor), e incluso el pantalón de un niño se enganchó en la herradura del caballo. Finalmente pudimos entrar.

Caímos a la derecha de la 13, y para llegar al lugar habitual donde mi socio se instala a ver los partidos, sólo tuvimos que pasar sobre una reja (con púas incluidas), y meternos por la parte de abajo de otra levantada. Un poquito de ejercicio... pero llegamos a salvo, justo cuando comenzaba el encuentro.

El primer tiempo fue un poquito fome, la verdad. Casi exasperante, en su lentitud y parsimonia. Pero fue lindo volver a escuchar las canciones, conocer las nuevas, y lo mejor, ver un partido a una altura y distancia decente para mis miopes ojos.

El segundo tiempo fue total. Comenzó la acción, y por fin pude desahogar mis dolores, rabias y angustias con el gol del Matador. Qué gol gritado con más ganas. Claro que el gustito no me duró mucho, porque Gary Medel se encargó de aguarme la fiesta. Dos veces.

Al final hubo un par de opciones, pero le pegaron con pies de lana. En todo caso, reconozco que Buljubasich se mandó una atajada de lujo. Desgraciado...

Carita triste para el Pato Galaz, que perdió demasiadas pelotas. Un aplauso para el Colocho, aguerrido como siempre, y también una sonrisa para el flaco Olarra (me encanta él... siempre y cuando se quede calladito... esa voz de pito que tiene). Pero, como siempre, el Matador me cumplió cuando todos me fallaban.

A la salida, arrancar lo más luego posible para evitar cualquier tipo de incidente con la fuerza policial, esfuerzo vano porque después de dejar a mi socio en la casa de un amigo me topé con piedrazos y gases lacrimógenos en Grecia.

Y para sumar elementos a mi tristeza, a mi auto no se le ocurrió volver a fallar en otro momento. Mañana tendré que llamar de nuevo al mecánico, y quedaré otra vez a merced de Transantiago.

Pero va mi corazón para él, mi ídolo de siempre, quien con su retorno está trayendo al menos nuevos aires, un poco de orden y conducción, y lo más importante, el grito de gol a su fiel hinchada, que aunque terminemos perdiendo el partido, no te dejará de alentar. Grande, Marcelo!

Mañana sé que tendré la pierna morada e hinchada, y que estaré muy adolorida. Pero me queda el consuelo que estuve ahí, que puse mi garganta a apoyar a mi equipo, que salté y canté en el tablón como hacía años no lo hacía. Y que grité un gol con toda el alma.

Idea brillante


Hoy tuve una idea brillante. Tan buena, que no paré de escribirla hasta que la completé. Ahora tengo un arduo trabajo por delante, con varias entrevistas y revisiones.

Pero estoy segura de que valdrá muchísimo la pena.

Señor editor, le prevengo de que se vaya preparando porque tendrá hartos y entrenidos capítulos de una novela por revisar.

PD.- Así me veía hoy de radiante con mi nueva historia. Por fin se me ocurre algo realmente entretenido, y que es pura ficción tomando elementos de mi turbulenta y apasionante realidad. Señor editor, por favor, oblígueme a terminarla!

sábado, 25 de agosto de 2007

Hasta cuándo?

Hasta cuándo te apareces en mis sueños, y haces de mis mañanas una era nostálgica y llena de recuerdos?

Cada día una nueva ilusión que se diluye en la bruma; mis labios no se entreabren, mis ojos se convierten en ciegos relatores de cuentos olvidados. Tu voz me acompaña, y maldigo una y mil veces el instante en que decido despertar.

Y qué diré a los muros que me observan con gesto de reprobación? Qué mentiras contaré a las ventanas, qué secretos inventaré para hilvanar historias y coserlas en las bastas de mis ropas?

Es mi aliado el fiel silencio que me absorbe.

Y como cada noche, miro tu almohada, y sé que volverás mientras esté dormida, para sonreirme desde lejos y dejarme respirar en la aurora.

Amanda Cabot.
Agosto 25 de 2007.-
Hasta cuándo verán mis ojos cómo el hielo se derrite, y el aire frío rozará mi piel sin restricciones?

viernes, 24 de agosto de 2007

Lo hice.


Lo logré. Ya está hecho. Asumido, soy una solterona de tomo y lomo. Y qué?

Lo pasé increíble.

Hoy estaba convencida de que tenía que ir al médico en la tarde, así que de mala gana me dispuse a ponerme de pie y hacer algo por mi imagen. Mucha risa me dio después al darme cuenta que la hora era el lunes, y no hoy.

Siendo así, consideré que era un atentado quedarme encerrada, y ya que no tendría compañía virtual esta tarde, no privaría al mundo de la belleza de mi persona.

Me fui a almorzar al Triángulo de las Bermudas, y lo decidí. Iría al cine. A ver algo, cualquier cosa. Por ser viernes esperaba que estuviera más relajado que la vez anterior que lo intenté, y sumado a eso la lluvia, confiaba en que el cine estaría más desierto que una playa solitaria.

Llegué feliz y completamente convencida de que lo pasaría chancho. Primero debía pasar por un Servipag, y milagro! estaba vacío. Buen augurio. Después pasé a averiguar por una lana para mi sobrino, pero me fue mal (así que lo que originalmente compré para hacer una bufanda y su gorro no se transformaría en un suéter), almorcé un churrasco del Lomitón (nunca más, me apestó), y me fui a ver la oferta cinematográfica.

En vista y considerando que no tendría nadie con quien comentar la cinta al final, opté por una alternativa que permitiera descansar mis neuronas, que no me diera pena por historias de amor, que no alterara mis hormonas con escenas eróticas, y que sólo me diera un rato de sana diversión: Bruce Willis y su 4to intento por morir.

No hay mucho que comentar, sólo que me reí demasiado, mis neurotransmisores pudieron seguir conectándose sin ser molestados, y me sentí sorprendentemente relajada. Me olvidé de todo por un buen rato. Así da gusto andar por la vida. No todo va a ser complicación existencial y belleza sublime.

A la salida estaba tan contenta que me di tiempo para sufrir viendo bisutería en María Rivolta. Me enamoré perdidamente de una pulsera de cuero roja con aplicaciones de metal y piedras de colores...

Y como no sólo de joyas vive una mujer, pasé a una librería y me compré el libro "Muchas Vidas, Muchos Maestros" de Brian Weiss. He tenido un poco abandonados mis estudios. Estaba en eso cuando me llamó la atención una novela, El Cuento Número 13, y ya que habría sido un abuso comprar ambos, me prometí a mí misma llevarla el próximo mes.

Después de hacer las habituales compras de leche y pan en el supermercado, pasé a canjear mis puntos Más; la semana pasada había visto unos libros, y me interesaba cambiarlos por uno. Grande fue mi sorpresa al ver que la novela que acababa de ver estaba disponible para ser canjeada, y mejor aún, me sobraban los puntos.

Así que hoy llegué con una buena dosis de paz espiritual en mi alma, tras el descarado despliegue de balazos y sangre de John McClane; sin una nueva prenda de vestir para mi clóset (eso es una hazaña), pero con dos estupendos libros para seguir cultivando mi espíritu.

Quién dijo que la vida de soltera tenía que ser aburrida? Y ya que di el fatídico 3er paso hacia la soledad absoluta, mejor hacerlo con estilo y pasándolo bien. Asumida, no?

Mi chanchi!!!

Ayer, a eso de las 10 am (que para mí es como lo mismo que para otros las 8 am), el teléfono me despertó. Al otro lado, una voz balbuceante. Era mi chanchi! Magdalena, cabra chica agrandada, que a su año con 7 meses ya toma el teléfono y se pone a llamar al mundo.

No es que quisiera llamarme a mí especialmente. Mi madre había estado allá la noche anterior, y me llamó desde allá. Seguro el número quedó en la memoria, y la pequeña sólo rediscó.

Qué lindo despertar de sueños incomprensibles y absurdos con una vocecita tierna susurrando en tu oído!

Pude saber que estaba jugando con el guau, un perro de peluche que le llevó mi madre hace unos días. O puede que haya sido con la guagua, su muñeca llorona. No importa, el caso es que me metió unos chamullos, me dijo que la nana no estaba (y era verdad, andaba arriba haciendo las camas), y cuando ésta volvió le pasó el teléfono diciendo que era yo.

Mi niñita! Es tan malula... tuvieron que sacar el basurero de la cocina porque la pillaron sacando los envases de yogurt y metiéndoles el dedo... o juega al escondite con la nana, asustándola de verdad porque se esconde tan bien que nadie la puede encontrar...

Ya, lo siento, fue mi instante mamón. Pero cómo no me voy a sentir feliz de tener dos sobrinos tan lindos y entretenidos? Son como dos bendiciones de la vida (y lo mejor, los puedo regalonear sin tener que andar cambiando pañales. A lo más, dándole el postre a la chanchi, que es harto hambrienta, la verdad).

Si voy a ser mamona, la hago completa. Acá está la chanchi en el verano, con mi madre, en la playa. Tiene cara de angelito... la pura cara no más, jeje.

Dónde están las chicas?

Ingers tenía razón. Cuando por motivos de fuerza mayor pospusimos nuestro encuentro para celebrar a Steph y su nuevo año, predijo que no nos juntaríamos. La fecha original era después del 5; la nueva, hoy, 23 de agosto. Nadie se acordó.

O más bien, yo me acordé, pero alguna razón misteriosa me hizo callar y unirme al grupo silencioso que dejaba pasar el encuentro.

Qué nos pasó? Desde cuándo el frío es una excusa para irse rápidamente a casa, y evitar, en lo posible, un desvío para tomarse un café con las amigas?

En qué momento dejó de importarnos lo que le pasaba a la otra? Cuántas veces me han escrito o llamado desde que caí enferma? Y peor, cuándo he tratado yo de saber de ellas?

De Ingers sé más porque he estado mucho en contacto con ella. Incluso se ganó un post, hace tiempo, ya que su persistente manía de inventar excusas para preguntarme cómo estaba me sacó varias veces del agujero en el que me escondía.

Pero Steph? Qué es de ella? Aparte de saber que tiene departamento nuevo, cómo estará? Qué nuevos sueños se anidarán en su espíritu? Qué viajes está programando? Sigue su corazón latiendo, o ya va en busca de nuevas latitudes?

Y Ale? Será feliz con su nuevo amado? Tendrá un motivo nuevo para sonreir cada mañana? Sabrá qué se esconde en el alma de quienes tiene cerca?

Se acordarán ellas de que yo sigo respirando? Sabrán que quise desaparecer, pero que aquí estoy, porfiadamente, peleando cada día con la existencia?

Me gusta mucho esta foto. Por dios que estábamos alegres ese día, en que aún éramos compañeras de labores. No sé en qué ron iba ya a esas alturas... con Ingers terminamos a las 4 am pretendiendo comer un mechada palta en el Liguria...
Izq. a der.: Ale, Lilium, Ingers, Steph.

jueves, 23 de agosto de 2007

Me cambiaron el entorno.

Cuando llegué aquí lo que más amaba era la tranquilidad de las calles, el silencio de la tarde, a veces interrumpido por grupos de escolares celebrando su energía desbordante.

Y en el momento en que decidí ser empresaria cool e independiente, y comencé a trabajar desde casa, lo que me encantaba era la posibilidad de hacer un alto en el camino, salir a la terraza, y respirar el aire quieto y primaveral.

Pero mi paz se está viendo turbada. Alguna empresa fría y calculadora decidió arruinarme la existencia construyendo un nuevo condominio frente a mi casa.

El ruido no cesa. Taladra mis oídos desde que despierto (a eso de las 10 de la madrugada), y se mantiene como un telón de fondo molesto hasta eso de las 6. Hace doler mi cabeza, interrumpe mis pensamientos, me altera los nervios, y lo peor, me cuesta el doble concentrarme y trabajar.

Hacía días que lo percibía, pero hoy ha sido demasiado. Hasta un caminón tolva estaba patudamente instalado frente a mi ventana, demorándose una eternidad en descargar su mezcla.

Hoy prendí la radio para distraerme. Ahora tengo una mazamorra de ruido y música ochentera envolviéndome.

Cuando construyeron el otro condominio, unos metros más allá, no sentí nada, excepto las consecuencias y el pánico generalizado (misteriosamente comenzaron unos robos en los departamentos de mi edificio, que terminaron justo al concluir las obras). Ahora es como un atentado diario a mi tranquilidad.

Me estaré poniendo vieja y mañosa? Serán los fármacos que me tienen hipersensible, y que hacen que cualquier ruidito sea una molestia? Estará mutando mi personalidad, y de ser una chica jovial y llena de energía me estoy transformando en una solterona huraña y cascarrabias?

Hasta el placer que me produce mi nueva decoración ultra acogedora (me faltan sólo los cojines, apúrate madre mía en coserlos!) se está viendo mermado por esa constante falta de respeto hacia mis oídos. Con qué cara voy a invitar ahora a conocer mi entorno, si tendré que estar gritando para que me escuchen?

Callaré...

O removeré los escombros y encontraré alguna historia escondida, de esas que me esmeré en enterrar como se esconden los secretos vergonzosos.

Si, a lo mejor tiene más sentido. Saldrán con más sabor a algo, y no con ese gusto a plástico de las historias que me gustaría que sucedieran, pero que jamás pasan.

Probemos...

Y lo espero...

Soy como un cuchuflí. Me veo rígida y dura por fuera, pero en mi interior estoy llena de un corazón tan blando como el manjar.

Lo perdoné. Decidí darle una segunda oportunidad al Señor de mis Tormentos, olvidar la afrenta de haberme dejado plantada en el cine, y darle el privilegio de compartir unos momentos con mi persona.

En realidad, todo es parte de una sucia confabulación. Tengo material para hacerme la ofendida y cobrarle sentimientos por un largo período. Siempre y cuando aguante. Así que ahí veremos si su interés por mi juventud y belleza es real, o sólo un invento de mi alma sedienta de amores.

Después de un cinematográfico envío de flores a modo de disculpa (con expectación materna incluida, ya que mi madre las recibió y, claro, me extrajo todos los detalles sobre el personaje), contesté un llamado de la suerte, y acepté sus excusas en la forma de una salida a comer.

Así que ahora no sé qué ponerme. Esta vez es un poco menos casual, por lo tanto, debo sí o sí verme hermosa a ultranza. Descartado de antemano el vestido rojo de la vez anterior. Pese a que me encanta, he pensado seriamente en hacer feliz a otra chica regalándolo, ya que soy ligeramente fetichista y le atribuyo parte de responsabilidad en mi mala suerte. Nunca más me lo podré poner sintiéndome segura de mí misma.

Quizás lo más adecuado sea verme linda pero sin exagerar. Que no crea que quiero impresionarlo. Que me encuentre casi de jeans y botas vaqueras, así como volviendo de las compras del supermercado.

Sonreí por mi, según yo, astuta estrategia, y elegí de mi atestado closet una polera con brillos y escote, y jeans. Nuevos, eso sí.

La peor parte. Qué le diría? Lo saludaría con naturalidad, como quien dice "aquí no ha pasado nada"? Lo miraría seria, con cara de dignidad ofendida, pero sin por ello ser maleducada?

Y ya, pasando esa etapa, y dando por hecho que me contaría alguna historia inverosímil, que fingiré creer con reticencias, qué haría? Un borrón y cuenta nueva no estaría mal, pero tendría que asumir que toda mi labor anterior de seducción y arrebato se anulaban, y era empezar todo desde cero. Como si lo viniera recién conociendo.

Otra alternativa sería hacerme la muuuuuy difícil, y esperar hasta una tercera salida (mínimo) antes de permitirle un mayor acercamiento. Claro que conociendo mi humana y carnal debilidad, y los largos meses sin acción por esta parte...

Rabiosa, pensé que a lo mejor estaba fantaseando de más, que incluso era posible que nuevamente me dejara plantada (pero al menos, esta vez sería en mi propia casa, protegida de miradas burlescas y perros vagabundos como adorno). O bien, que hasta existía una remota pero no por ello menos real posibilidad de que estuviera a punto de contraer nupcias, y esta salida tan románticamente prevista no fuese más que una manera muy caballeresca de dármelo a conocer.

Con toda la furia de mi espíritu concentrada en esta última idea (técnica adolescente, pensar en lo que menos quieres para que no suceda), me concentré en dar a mi rostro un aspecto agradable. Pese a todo mi encono, mis pupilas bailaban juguetonas, riéndose burlescas de mis esfuerzos por parecer indiferente. Parecían decirme "igual estás emocionada porque lo vas a ver". Hasta las comisuras de mis labios tendían a curvarse hacia arriba...

En eso sonó el citófono. El gato levantó las orejas, atento (siempre cree que lo vienen a ver a él), y tomé aire antes de ir a contestar.

- Señorita, la buscan.
- Gracias, que suba.

Me pareció sentir un campanilleo de curiosidad en la voz del conserje, el mismo encargado de recibir las flores un par de días atrás. Corrí a darme una última mirada al espejo, y en secreto rogué porque la voz no me temblara al saludarlo. Y ojalá, encontrar a simple vista en su mirada una clave que me permitiera terminar esa noche sonriendo, y no cargando una nueva desilusión en mi remendado corazón.

Me declaro enloquecida


Me declaro enloquecida por su cristalino mirar, por sus silencios inquietos, por la sangre que derrama al soñar.

Me declaro enardecida y lujuriosa de las lágrimas que brotan de sus labios. Candentes, vibrantes, me atraen como un señuelo y sellan mis profecías con un compás de espera.

Me declaro indefensa ante el ataque de su vuelo. Por su risa contagiosa, que de tanto desearla me envuelve en la bruma y me enseña a conocer el sol del alto cielo.

Me declaro víctima de su encanto sereno, de su voz enronquecida por el humo y los recuerdos. De la noche que me regala, y del día que amanece en su retina.

Me declaro rehén de sus manos quietas, prisionera de sus caricias extintas. Ato mi collar a su madriguera, apago la luz y me duermo en su abrazo lejano.

Me declaro perdida, indefensa, por la distancia que me carcome, y clavo puñales, brillantes como joyas, en los páramos secretos de mi soledad develada.

Me declaro culpable y sentenciada a su destierro; prohibida, enmudecida, por los siglos de mis anhelos, y por el agua que no saciará mi sed y mi locura.

Amanda Cabot.
Agosto 23 de 2007.-
Enloquecida, absorta y sumisa, como un manantial oculto, que espera en silencio la llegada del caminante y sus pies cansados.



miércoles, 22 de agosto de 2007

El arquero me habló, me dijo cosas...

Me carga pagar cuentas. No por tener que desembolsar parte de mis finanzas, mal que mal son para eso, si no porque detesto tener que ir a esos lugares atestados de personas malhumoradas, que no pueden mantener su distancia en la fila y respiran casi en mi oreja.

Creo que Servipag es una de las creaciones más útiles del ingenio humano (junto con la lavadora automática), pero ayer me falló. Intenté pagarle a Aguas Andinas dos meses de consumo del vital líquido, y me rechazó. Tuve que hacerme el ánimo, y para evitar el corte de suministro (eso sí que sería patético) partir y enfrentarme al gentío.

Después de jugar Xperto (pa variar perdí, pero no sólo los argentinos me fallaron), me dirigí a la sucursal. Milagro, estaba casi vacía. Feliz me puse en la fila, que avanzaba velozmente. En eso llegué al inicio, y la rapidez del sistema se detuvo debido a un señor muy mal genio que retaba a la cajera como si en ello se le fuera la vida. Ese afán de algunos individuos de sentirse importantes gritoneando a alguien que sólo hace su trabajo.

Distraída como estaba por culpa del incidente, no me di cuenta que había una caja vacía. En eso, una amable voz masculina, proveniente de quien estaba tras de mí en la cola, me dijo "puede pasar ya a ésa". Con un respingo llegué a cumplir con mi deber, y pude constatar que el dueño de la voz se instalaba en la caja de al lado para pagar. Era él! El Loco! Peric!

Si alguna duda podía tener respecto a su persona, me quedó más que claro quién era debido a la postura simpaticona, desenvuelta y casi desfachatada con que pagaba sus obligaciones. Sólo un futbolista puede andar por la vida tan sonriente y seguro de sí mismo después de haber sido descartado de la nómina de la selección chilena por dárselas de vedetto y salir en paños menores en un programa de TV.

Seguramente él está muerto de la risa, y recogiendo en la calle miradas y piropos femeninos tras ese descarado despliegue de anatomía mediático. En su lugar, se me caería la cara de vergüenza, me escondería en mi casa y mi trabajo, y al menos le pediría a un pariente o hasta al conserje que me pagara las cuentas antes que andar por la vida cargando con el peso de haber sido descartada para defender los colores de mi país.

La vida en gris


Y así me voy, por esta vida con sus piedras azules que reflejan destellos en mi cara amarga.

Me voy con una sonrisa falsa, con una nueva ilusión raída, inexistente.

Cómo se nubla el sendero!

Así encamino mis pasos, segura, arrogante, escondiendo el temblor de las manos.

Amparada en una gris belleza incomprensible, seca ya de lágrimas derramadas, austera, silenciosa.

Cómo se quiebra el cielo!

Me cubro de sedas y encajes, me adorno con joyas, y en el terciopelo velado de mis ojos moribundos se escribe una nueva agonía.

martes, 21 de agosto de 2007

La primera polémica

No había sido la típica niña que llora en su primer día de clases. Al contrario, cuando tenía dos años ya me dejaban entrar a las salas de kinder, y las tías me daban tareas para realizar.

A los 5 años tenía energía vital de sobra. Tanta, que solía liderar pequeñas revueltas. Comprensible en una pequeña que hacía las tareas en la mitad del tiempo requerido, y busca entretenerse de alguna manera mientras los demás aprenden...

Se preparaba el acto del día del profesor. Las tías nos hicieron un baile llamado "Cuándo" (o algo de un chocolate, la letra dice "cuándo, cuándo, cuándo mi vida, cuándo"), que las niñas bailarían con trajes de dama antigua. Yo, por supuesto, era la primera en la fila, pero un día de ensayo sentí que me dolían los pies, y pedí permiso para descansar. Al querer
reintegrarme, la tía (que era sustituta, ya que la oficial estaba con licencia) no me lo permitió, y me excluyó del baile.

Error. Armé una revolución, debido a la injusticia que se estaba cometiendo. Incorporé en mi grito de lucha a todas las niñas que por descoordinadas o faltas de talento habían sido descartadas del baile, y la contienda llegó, apoderados incluidos, a la oficina de la directora. Como nos negábamos a asistir a clases, y las madres amenazaban con drásticas medidas si nuestras demandas no eran escuchadas, decidieron hacer un número extra, que consistiría en colocar a todas las niñas excluídas siendo parte del show, en lo que se llamó el "Paseo".


Así, finalmente, mientras las parejas bailaban en el centro, las demás nos paseábamos, vestidas y hasta con sombrillas, alrededor de ellas, dándole ambiente de corte francesa del siglo XVIII al pequeño acto.

Todas las niñas fueron felices. Todas, sin excepción, usaron lindos trajes de época, y las que nos dedicamos a pasear fuimos vitoreadas por la multitud. Y nuestra única obligación era
lucirnos.

Yo, por supuesto, soy la linda niña de la derecha, que mira con aire distraido su propia sombrilla. Este vestido fue hecho por mi madre, y la parte blanca del centro la sacó de su propio traje de novia. Nunca dejo de reirme al ver esta foto, ya que la niña de celeste pareciera que tuviera la cabeza vendada... (palabras de mi mamá, que no reclame porque salí tan burlesca).

El secuestro del contador


Soy una víctima más de sus manipulaciones. No me ha estafado, ni le he firmado cheques en blanco, ni tampoco papeles extraños. Pero me siento como una rehén de su omnipotencia, y no como una cliente que siempre tiene la razón (o al menos, debería tenerla).

El contador me tiene los nervios alterados. Le escribo y no me contesta. Le envío por correo un papel notarial para que termine un trámite, y después de 3 semanas me es devuelto porque nadie lo recibió. Asegura mandarme a su mensajero día por medio, pero a mi oficina nadie llega.

Y lo peor. Después de mucho meditarlo, le escribo un mail muy serio solicitando la entrega de todos los documentos, a fin de hacer una exhaustiva revisión (mentira, es porque quiero salir de esta cárcel), y me responde "idea mía o estás furiosa?". Y nada! no me entrega los papeles, no me manda el mensajero, no me da respuestas...

Esto es un secuestro. Me siento vulnerada en mis derechos. Ya no sé qué hacer. Ni las amenazas, ni los ruegos han servido para librarme de esta prisión.

Acaso es parte de una secta extraña, y guarda en alguna parte de su despacho un mono con mis papeles, como una especie de vudú contable?

Cómo temblabas...


Cómo temblabas al despertar esta mañana! Cómo se incrustaban en tu memoria las visiones de muerte, tristeza y soledad que dominaron tu sueño profundo!

Cómo hubieras querido aferrarte a un abrazo, recuperar el aliento, escuchar una voz tranquilizadora que te dijera "pequeña, no te angusties, fue sólo una pesadilla".


Cómo te quedaste, malherida, vacilante, sin fuerzas para ponerte de pie y caminar en un nuevo día.
Cómo te perdiste una tarde gloriosa, llamada a ser momento de un nuevo triunfo y sonrisas complacidas.

Cómo anhelaste recibir un mensaje, una palabra de calma, y estuviste horas derrumbada, mirando una pantalla que nada te entregaba salvo exigencias y denuncias.


Cómo te sentiste sola, olvidada y relegada al más oscuro de los rincones de tu propia alma.
Cómo se desmoronaba tu fortaleza, y mirabas sin pausa el techo y su araña muerta.

Cómo lamentabas el silencio, y sin embargo, evitabas hablar con personas y sombras.

Cómo quisiste llorar, y ninguna lágrima cayó en tu almohada.

Te diría...

Si estuvieras a mi lado, con mis labios pegados a tu oído, te diría cuántas noches me he dormido recordando tus silencios, tus miradas huidizas.

Contaría historias burbujeantes y ocurrencias ridículas, sólo por oír tu risa y hacer brillar tus ojos de piel cristalina.

Susurraría oscuros pensamientos; mordería tu lóbulo, y mi aliento impregnaría la línea tibia de tu cuello palpitante.

Inventaría nuevas ilusiones sólo por jugar con tu pelo alborotado. Traería la luz desde mi ventana, y despertaría sólo para seguirte amando.

Si estuvieras a mi lado, con tu silueta dando forma a mi cuarto y mis esperanzas, dibujaría un nuevo sol que diera calor a tus pies agotados.

Te preguntaría a cada instante si mi cuerpo es suficiente, si mis manos alcanzan todos tus rincones.

Crearía nuevas palabras para narrar esta leyenda si a mi lado tú estuvieras.

Amanda Cabot.
Agosto 21, 2007.-
Te diría al oído cómo mi piel se estremece cada vez que digo tu nombre.


lunes, 20 de agosto de 2007

La maldita navidad.

Me carga la navidad. La detesto. Bueno, nunca tan Ebenezer Scrooge, y me agrada hacer y recibir regalos, pero lo que me molesta es ese "ambientillo" navideño espeluznante. Más encima con festividades y motivos importados desde el norte, me altera los nervios ver en las calles, derritiéndose de calor, a montones de viejitos disfrazados de rojo, con barbas falsas y bototos.

En la calle, la gente peloteándose cualquier porquería que esté barata, todo con tal de no quedar mal parados frente a visitas inesperadas. Y por cierto, las dos alternativas: o pasarse de estresado y comprar los regalos en noviembre, para evitar las aglomeraciones (exponiéndose a que pequeños curiosos registren el closet y se encuentren con que al viejito pascuero lo auspician los padres), o asumir los tacos, el calor y las viejas maniáticas que serán capaces de quitarle a una de las manos lo que pretenda llevarle al cabro chico.

Pero creo que lo que más odio es esa musiquita infernal. Ese eterno afán de creer que por 24 horas nos veremos rodeados por paz y amor, con niñitos cantando, campanitas y duendecillos verdes.

Alguna vez conocí a alguien que gustaba de recorrer los mall en días previos a la pascua, para ver los arbolitos adornados, e incluso se iba a pasear a Ahumada el 24, a la salida del trabajo, para "respirar el ambiente navideño". Sin comentarios.

Ahora... por qué me acuerdo de eso? No tengo idea. Supongo que por estar viendo por décima vez a Bruce Willis convulsionando un aeropuerto colapsado por la nieve. Lo siento, la TV abierta suele ser deprimente en noche de lunes (y en cualquiera, siempre y cuando no transmitan fútbol).

Espero nunca toparme con una sorpresita como ésta. Si ya me carga la navidad, creo que con esto la anularía por siempre de mi vida.

Estoicas... y engreídas.

Ya me había amenazado anteriormente, y suponía que una nueva negativa me acarrearía más de un insulto (garabatos incluídos). Así que cuando Paz me llamó a eso de las 10 pm para confirmar nuestra salida sabatina nocturna, no tuve más remedio que hacer de tripas corazón, y partir.

La verdad, mi única motivación era poder compartir un poco con mi amigui, a la que hacía harto rato que no veía. Mientras terminaba de comer y reposar mis dos sandwiches de jamón/huevo (mi nueva pasión), me armé de energía, la que me alcanzó hasta para ponerme bella.

Hacía muuuuucho frío. En vista y considerando que las ganas no daban para ir al dancing (tanto acarreo de muebles me tenía un poco agotada), decidimos buscar un pub para mayores de 25 en Avenida La Florida. Así, cuando nos aburriéramos, siempre estaríamos lo suficientemente cerca como para que volver a casa no fuese una travesía.

Vimos un par de lugares, pero después de encontrar el único estacionamiento disponible nos dirigimos al sector pub del Xsezo. Había una fila enorme de adolescentes (y no tanto) que desafiaban la baja temperatura para lograr entrar y bailar reggaeton. Nosotras, como unas ladies, nos instalamos en el sector de terraza cerrada del local.

Primer inconveniente. Había un cantante que hacía odiar la música. El pobre se esmeraba en hacer participar y cantar al público, pero no tenía mayor respuesta, y pese a todo, estoicamente cumplió su contrato, y torturó nuestros oídos hasta como las 2 am.

Una vez que decidimos que la estufa turbo instalada en nuestro sector no era suficiente para olvidarnos del frío, molestamos nuevamente a la mesera para que nos ubicara en el sector interior. Entonces empezó nuestra odiosa mala costumbre de reírnos de la gente. El lugar definitivamente no era nuestro target. Estaba lleno de grupos de hombres (solos o con pocas mujeres como compañía), y todos eran feos. Todos. Ni con mucha paciencia o un tercer ojo capaz de ver el aura le habría encontrado el lado atractivo a los parroquianos. Y lo peor, es que muchos de ellos estaban acompañados de chicas guapas. No entiendo lo que sucede.

Había un grupo muy gracioso compuesto por una pareja y los que evidentemente eran los padres del novio. El estaba en su salsa, pero ella se notaba que hacía grandes esfuerzos por seguir la conversación y sonreir con simpatía. Y creo que fue peor cuando notó que estábamos pendientes de su historia.

El chico del polerón café. En un grupo, compuesto por unos cinco tipos y tres niñas, había un joven que, lamentablemente, confundió mi miopía con interés, e incómodamente me obligó a evitar mirar hacia el sector donde se encontraba, ya que vez que volteaba hacia allí tenía sus ojos clavados en mis lentes. A Paz le daba risa, a mí no me hacía ninguna gracia.

Cuando asumimos que el lugar no nos agradaba, que éramos un lunar de belleza en un reducto de fealdad, y que el ruido ya nos provocaba dolor de garganta por el esfuerzo para hablar, estuvimos cerca de media hora esperando que la mesera se dignara llevarnos la cuenta. Al parecer nuestro consumo de 1 pisco sour, 1 coca light y unas empanaditas no le parecía lo suficientemente atractivo como para cobrarnos. Indignadas, fuimos directamente a la caja a pagar. Hasta dejar la propina fue un trámite.

No podíamos creer el frío que hacía. Y yo con falda!!! pero larga... y con mis botas nuevas... y gorrito de lana... pero no muy abrigada, lo que nos obligó a correr hasta el auto para evitar morir por congelamiento. En vista y considerando que ansiaba con toda mi alma un café cortado, y que Paz se había agotado su provisión de cigarros, pasamos a un Esso Market. Nunca me había gustado tanto uno de esos lugares. Estaba tibiecito, con mesitas, silencioso pero sin eco. Y hasta llegaban compradores bastante guapos. Aunque la niña del mesón nos atendió de mala gana, y practicamente nos gritó para que fuera a buscar mi café, creo que el mejor momento de la noche fue la conversación distendida, sin gritos para escucharnos, y con el relajo de sabernos observadas pero no codiciadas.

Creo que para la próxima iremos de frentón a bailar a la Blondie o Batuta, o bien, a buscar un lugar muy cool en las Vizcachas.

Será un problema de edad? No lo tengo claro. Sólo sé que sigo siendo muy engreída, y que seguramente lo seguiré siendo aunque las arrugas me reboten en el suelo.

Lo prometí.

Prometí dejar de ver la vida en blanco y negro, en luces y sombras. Que sonreiría con más frecuencia, y abriría las ventanas para que el sol de agosto dejara caer un rayito sobre mi cama.

Prometí dejar los miedos atrás, convencerme de que no hay un líquido ponzoñoso recorriendo mis venas. Que mis ojos podrían brillar, y que daría permiso a mis sueños para elevarse sobre las penumbras y el pasado.

Prometí devolverle a mis labios el color de la ilusión, que de mis manos no caerían más lágrimas amargas. Que la vida se colaría por mi puerta, y que la risa llenaría cada rincón de mi casa.

Pero me duermo pensando cada noche si el día siguiente será especial, si la brisa me traerá el rumor de susurros en mi oído. Si mi corazón latirá con fuerza, y podré apoyar mi frente en un pecho que me cobije.

Amanda Cabot.
Agosto 20, 2007.-
Si las horas traerán una caricia en mi cara deslavada...

domingo, 19 de agosto de 2007

No tengo suerte.

Si los dichos fueran cierto, debería tener una fortuna inmensa en el área amorosa, con una larga fila de pretendientes peleándose por mi persona (mmm... sin comentarios). Pero definitivamente no tengo nada de suerte para juegos de azar, ni siquiera cuando no todo depende taaaaanto de la suerte.

Esta vez pensé que me iría bien. Ayer mi equipo se lució con una goleada, y el panorama no podía ser más auspicioso. Con esa buena vibra encaré el encuentro del Liverpool con Chelsea, equipos a los que vi durante todo el primer semestre en la Premier League (gracias San Chilevisión!). Como ambos cuadros son excepcionales (me encanta ese juego rápido y rítmico de los ingleses), me la jugué por un empate. Sufrí todo el primer tiempo con la ventaja del Liverpool, pero cuando llegué a casa de mis padres ya pude respirar gracias a un golcito del Chelsea. Buen panorama. Dos de cuatro.

Pero en la tarde River me falló. Pasé todo el partido gritando y tejiendo (la cábala de siempre), lo que no alcanzó para dos goles. Sólo empató con San Lorenzo, así que nunca más me la jugaré por ellos.

Ni que decir de los innombrables, que sólo en honor a mi editor les di mi voto de confianza. Al menos su empate me dio un poco de risa, e hizo un poco menos dolorosa mi desilusión por no llevarme el enorme premio del Xperto.


Me encantan los tréboles de cuatro hojas. Tengo un collar y un bello anillo con esa forma. Si al menos me sirviera para ganarme alguna vez un premiecito...

sábado, 18 de agosto de 2007

Mi mano está sangrando... literalmente.

Hoy quise quedarme en casa. Ya llevo muchos días corriendo por todo Santiago, buscando colores para alegrar mi ambiente y también mi persona (he tenido suerte!). Ya necesitaba unos momentos de paz, para poner en orden mis adquisiciones, terminar algunos tejidos, y simplemente, descansar sobre mi cama nueva como una princesa.

Pero en la tarde comenzó la locura. Me puse de cabeza a ordenar todo, y no sé de dónde saqué fuerzas para mover el futón y el comedor, durante el proceso de poner las alfombras nuevas. Humildemente, creo que me quedó todo muy bello. Incluso hasta coloqué el boomerang que me trajo mi hermano desde Australia con ganchitos para colgar las llaves. Estaba en eso, y me machuqué un dedo. No le di importancia, pero ahora, mientras escribo, está sangrando.

Ahora debería descansar, pero mi amiga Paz insistió en sacarme a tomar aire nocturno, así que me estoy haciendo el ánimo para ponerme bella y salir de aquí. Hace mucho tiempo que no salgo un sábado en la noche. Si mal no recuerdo, desde el cumpleaños de Pazcita. Qué nos deparará el destino en esta oportunidad?

Si sólo vienes...



Y si sólo vienes, me abrazas, y miramos desde mi ventana el sol en el ocaso?
Si dejas de pensar, y escondes tus labios en el hueco de mi cuello?
Si olvidas que el pasado es negro, y dibujas en mis manos un mundo de colores y formas nuevas?

Para esta enfermedad


Para esta enfermedad habrá otra cura que tus brazos en mi espalda?

Tus dedos deslizándose tibios por el contorno de mi alma.

Tus labios bebiendo mi sed y piel eterna.


Para esta enfermedad habrá un remedio que no sean tus besos y mis manos?


viernes, 17 de agosto de 2007

Sueña


Sueña, hombre bello. Sueña con parajes de dulces caminos, con suaves colinas que dibujen a lo lejos la silueta del despertar.

Sueña con los mil colores del cielo en tus ojos reflejados. Con la faz de la luna dormida, atenta y silenciosa, protegiendo tu descanso.

Sueña con el fin de las amarguras, con la paz anhelada tomando tus manos.

Porque ha de llegar el día, y su manto iluminado bendecirá tu sonrisa. Porque el capullo estallará enloquecido, y el eco de tu voz será el grito de guerra de un alma enfervorizada.

Sueña, porque el mundo se abrirá ante tus pasos, y no habrá hechizo que te aparte del camino.


Amanda Cabot.
Agosto 17 de 2007.-
Sueña... la noche te acoge, el día te aguarda.

Un día cualquiera.



















Un día cualquiera despertaré, y me veré rodeada de esplendor. Las luces parpadearán reflejos en mi piel brillante, y sonreiré, tranquila, entendiendo en el fondo de mi alma que la noche ha quedado atrás.

jueves, 16 de agosto de 2007

Una canción

Anoche me mandaron una canción muy bella. Tan bella, que para variar terminé llorando. Era de esas que en principio crees que dicen una cosa, y al final terminas dándote cuenta que iba por otro rumbo. Pese a lo triste del tema, me alegró secretamente el corazón que me distrajeran del oscuro pozo en el que me encontraba.

Hoy la recordaba, y de pronto pensé en que son pocas las canciones que nos estremecen cuando las escuchas, pero por alguna personal vivencia asociada a ellas. Bueno, por lo menos en mi caso. No cuento en mi repertorio con canciones que me hayan "dedicado", y menos aún que hayan compuesto en mi honor. Ja! Aunque haciendo memoria, creo que hace mucho tiempo un aspirante a músico hizo un tema basado en una experiencia en común que tuvimos (claro que no fue nada del otro mundo. Sólo estuvimos en un carrete toda la noche sentados en el suelo conversando. Si al menos hubiese sido la antesala de algo más importante...).

También tengo una especie de alergia a Journey, ya que tres de sus canciones fueron la banda sonora de experiencias olvidables. Ahora lo escucho y cambio rápidamente el switch.

Tengo todo un arsenal de baladas rockeras (con discos rayados de tanto ponerlos), pero no hay ninguna que me produzca una emoción especial. A lo más, me recuerdan mis clases de canto, y cuando por algunos momentos llegué a experimentar esa especie de corriente eléctrica al interpretarlas...

Hay una canción que me hace pensar inmediatamente en una persona. Wicked Games. Recuerdo que hasta en el supermercado nos perseguía (una versión orquestada bastante rara, pero fácilmente identificable), y en una oportunidad estábamos en una celebración, conversando con un grupo de personas, y comenzó a sonar en la radio. Nos miramos y reímos, pero sin decirnos nada. No era necesario.

Ayer lloré escuchando una bella canción. Pasarán los años y seguiré recordándola?


Dicen que las primeras veces son irrepetibles. Supongo que el día que alguien me cante una serenata así me veré. Con el corazón henchido, a punto de estallar y salirse de mi flaca humanidad.

miércoles, 15 de agosto de 2007

Eterno recorrido en espiral.

Ahora ya no sé qué camino seguir. Lo que había creído descubrir, una lejana pero persistente luz a la distancia, se esfuma en una niebla sin descanso.

La sonrisa muere en mis labios.

Mi piel se desprende una y otra vez. Cómo conoce ya la ruta de olvido que debe tomar!

Qué le digo ahora a mis páginas en blanco? Que deben repetir la siempre inútil historia tantas veces relatada?

Me miro al espejo y me siento profundamente decepcionada. De mí misma. De mis propios pasos sin huella. De mi eterno recorrido en espiral.

martes, 14 de agosto de 2007

El cielo se olvidó de mí.

Ya no hay gestos, no hay miradas. No hay sonrisas, ni caricias.

El cielo se olvidó de mí, olvidó que soy mujer y que en mis venas corre vida.

Mi alma cautiva debe volar lejos... a los mismos parajes que la han visto pasar otras veces.

Mis manos se desintegran en un polvo de añosos colores fríos.

Mi boca se seca, resquebraja y muere sin palabras.

La noche me arroja a un pozo sin retorno.

A la distancia, el reflejo de una luz muere sin una lágrima de despedida.

Enloquecí.

Así, de repente, sin darme cuenta.

Un día cualquiera comenzó todo. Inocentemente con Ursula planificamos una matinal salida sabatina para ir a visitar muebles. Fue mi perdición. Terminamos casi en Chimbarongo comprando sillones, y atravesamos Santiago para cumplir el sueño de adquirir mi anhelado futón beige.

No pasó una semana y ya estábamos recorriendo otro sector semirural, viendo posibles piezas rústicas que embellecieran nuestros hogares. Es una enfermedad. Además que te dan todas las posibilidades de armar algo a tu pinta, en auténtica madera (no esas mugres de placa que venden en los mall), te atienden como a una "yeina" (sobre todo ciertos jóvenes y guapos dueños de tienda, que ofrecen visita a domicilio para igualar colores de barniz con los muebles que una ya posea), y hasta, con una sonrisa radiante, puedes sacar pago 50 y 50. Qué mejor! Ya estaba inventando un arrimo con espejo para la entrada... y vi un comedor que me quedó dando vueltas...

Después nuevamente el Alto, pero ya no tuve tanta suerte. Justo justo llegó 1 minuto antes que yo un desabrido comprador que se llevó el único plumón que combinaba con mis sábanas nuevas (regalo de mi madre), y por más caritas que le puse no se apiadó de mi ansiedad. Más encima, se me ocurre encontrar mis botas soñadas en Hush Puppies, y el sistema se cayó y no las pude adquirir. Qué rabia!

Ayer continuó la locura. Fui a una reunión de trabajo, y después pretendía venirme de inmediato. Lamentablemente la cosa era en Estado con Huérfanos, es decir, junto a miles de zapaterías. Partí en busca de Tito Larraín para que me vendiera mis botas, pero no encontré nada (ni a Tito, ni las botas).

Cuando ya me venía, sorpresivamente doblé a la derecha y me encaminé a Independencia, en busca de las telas para tapizar mi silloncito y los cojines. Iba por eso, pero terminé comprando visillos nuevos para mis ventanas (los que tengo ya me dan verguenza, y están viejos), tela verde para un mantel, hasta una chistosa tela para alternar con los cojines. Y unas alfombras... uy, tal como las soñé. Peludas con escándalo, de esas en que los pies se entierran cuando una camina por ellas.

Lo extraño fue que de alguna parte me salió un espíritu de Sansona, y pesqué en una mano las bolsas con las telas, y en el otro brazo las dos alfombras enrolladas!!! La gente me miraba al pasar, como diciendo "esta niña se chaló", y ahora que lo medito un poco debe haber sido bien extraño ver a una chica con tacos casi aguja, collar y chaqueta, haciendo de cargadora y sin pedirle ayuda a nadie.

Claro que yo no sé qué le pasa a la gente. Los chicos que trabajaban ahí me miraban con cara de pavos, y a ninguno se le ocurría por casualidad decir "señora, la ayudo?". Ya pasaron esos tiempos. Ahora cada cual se rasca con sus uñitas, y ni la incierta pero posible propina los motiva. Ni el bien de la humanidad, por último.

En la calle tuve que parar 2 veces. En una, incluso, tuve que pedirle a un tipo que me acomodara las alfombras bajo el brazo (si no le digo, no se le ocurre, aunque evidentemente se me estaban cayendo). En otra de mis paradas algo así como un visitador médico de los pobres me metió conversa, mientras a su vez hacía una pausa, pero tampoco se le ocurrió tender una mano.

Sólo a unos 50 metros del estacionamiento me vio el acomodador de autos, y partió corriendo en mi ayuda. Pensé que era un ángel enviado por Nuestro Señor, y más encima no quiso recibir propina. Raro...

De lo puro contenta que estaba, olvidé el cansancio y pasé a la Bodega Hush Puppies a preguntar por mis botas. Ahí estaban, lindas, esperándome. Fue ponérmelas y saber que eran para mí. Como un glorioso descanso para mis pies maltratados... y esta vez, el sistema dijo sí.

Y acá estoy, esperando hasta que una mano amiga me venga a ayudar a levantar los muebles y poder instalar mis bellas alfombras. Porque la fuerza no me da para tanto.




Así voy a quedar si sigo comprando tantas cosas y cargando tanto peso por amononar mi casa. Si hasta estuve pintando muebles el fin de semana. Ahí sí que me veré linda, loca y musculosa.

lunes, 13 de agosto de 2007

Soñé que me besabas...

Soñé que me besabas, que ponías el mundo a mis pies.

Que llegabas desde lejos, sin avisarme. Tomabas mis manos y me jurabas que esta vez nada nos iba a separar.

Que tu sonrisa era plena, segura. Acariciabas mi rostro, y me decías que ahora sí podías darme lo que siempre debí tener.

Soñé que me besabas, y no quería despertar. Hace tanto que no siento aquello, por dios, que hasta pensé que era el primero, y se me iba el alma en tus labios entreabiertos.

El tiempo se detuvo, y mi corazón palpitaba fuerte, desbocado, enloquecido por beber de tu sangre en mi boca.

Al despertar, sentí el escozor de tu ausencia. Qué extraño tenerte en mis sueños, cuando ya te había dado por perdido, y mi espíritu vagaba en busca de otros reinos.

Soñé que me besabas, y sí, era un dulce besar.


Amanda Cabot.
Agosto 13 de 2007.-
Soñé que me besabas... cuán grande se hace la distancia al abrir los ojos y ver mi almohada desierta.


Mis manos.

Mis manos reviven en formas distintas, llenando de color mis rincones, cubriendo mi cuerpo con la suave calidez de una joya labrada.

Y sin embargo... se hunden, se extravían en un mar negro sin estrellas. Dónde quedó el palpitar de esas otras, fuertes, seguras, que tomaban las mías y las sujetaban en mi espalda?

Me voy encerrando en un lapidario espiral de silencio.


domingo, 12 de agosto de 2007

Hay que ser mala!!!

Es un asunto al que le he estado dando vueltas últimamente, y no hay caso, llego siempre a la misma conclusión: a las malas les va mejor.

Quién no ha visto en su entorno una chica buena con mala suerte, que se engancha tipos que no valen un peso, o peor, cuando encuentra alguno que parece ser decente, éste la gorrea, la ignora o la tramita en sus ilusiones, para finalmente hacerla sentir que, más que un novio, lo que se consiguió fue un milagro.

Y más rabia da cuando se gira un poco la vista y te encuentras con ya no una, varias, mujeres "liberadas" o un poco más seguras de sí mismas, que traen de los pelos a sus enamorados (que generalmente son buenos muchachos), los engañan, los hacen sufrir, les quitan y les dan, y más encima, nunca son abandonadas, se casan con el buen partido, y terminan divorciándose y sacándole hasta el último peso (para quedar libres y revolcarse con el amante maldito pero sexy).

Definitivamente ser buena es un mal negocio. Te pasas la vida entera (o siendo realistas, unos pocos años) dando todo lo posible por el ser amado, cuidando los detalles, sorprendiéndolo, regaloneándolo, pensando en él, siéndole fiel, y cuando te das cuenta que en realidad el personaje es un narcisista que no te ama como esperabas que algún día lo hiciera, terminas el asunto con la mayor consideración posible. Y qué hacen? Toman venganza, se declaran víctimas, convierten en enemigos a todos los que más de una vez estuvieron en tu casa, y finalmente, hacen público el discurso de que perdieron el tiempo con una mujer que no valía la pena.

En cambio las malas... ay, esas sí que la hacen bien. Porque les importa un rábano los sentimientos de los especímenes que cazan en sus redes, los hacen felices con el sólo hecho de permitirles estar a su lado, se hacen querer y pagar cada minuto de compañía, son amadas e idolatradas... y siempre al final tendrán la oportunidad de pedir perdón in mente por los pecados cometidos, y el mismo sentimiento de culpabilidad (si llegan a tenerlo) hace que sean más cariñosas con la víctima. Es decir, todos ganan.

Es cosa de ver hasta en las teleseries... en Papi Ricky, Colomba, la niña buena, mientras se hizo la difícil con el pusilánime Ricardo le fue de perillas, pero bastó que cayera enamorada para que el perla trapeara el piso con ella. Mientras, Catalina, la mala, se da el gusto de hacerse querer por uno que sí vale la pena (haciéndolo abandonar de pasadita a otra buena mujer) y al final lo deja plantado, porque ella "no lo merece".

Claro que la TV trata de ser moralizadora, y en el último capítulo siempre ganará la buena, y la mala sufrirá las penas del infierno. Aclaración: eso no pasa en la vida real. Acá la buena es estúpidamente buena hasta el último de sus días, y la mala se ríe en su cara hasta que le da hipo.

Al parecer mi madre siempre tuvo razón. "No te vayas a poner tonta, mira que ya te tengo miedo", me dice cada vez que tengo en vista un nuevo prospecto; quien mejor que una madre para conocer la astucia o idiotez de su prole. Y cada vez que ocurre lo de siempre (es decir, que me va mal a final de cuentas) termina diciendo "te lo dije. Eres muy tonta con los gallos".

Ya me cansé de ser una Colomba. Me da rabia. Me tiene cansada el abandono, la continua creencia de los amores de turno de que una estará eternamente disponible, de que aunque pase el tiempo una siempre los recibirá con los brazos abiertos. Craso error, ya que si echamos una mirada a la historia, veremos una larga lista de individuos que hasta el día de hoy se preguntan en qué momento la dulce enamorada sacó las garras y los borró de su existencia. Casi como una Catalina.

Este es un buen símbolo para empezar un nuevo camino. Si al final a una la van a odiar por mala, mejor que lo hagan desde el principio y no que a última hora se hagan las víctimas por no haber tenido un previo aviso. Total, siempre se podrá decir "te lo advertí. Soy así.".

viernes, 10 de agosto de 2007

Tú lo dijiste.


"Te vas a aburrir", me dijiste, y te esmeraste en demostrarme lo frío, cruel y despiadado que eras. Yo no te hice caso. Seguí dándote mi corazón, levantándome tras cada desprecio, creyendo que el amor todo lo puede y que algún día iba a ser la dueña de tu alma.

Y creí lograrlo. Me metí en cada rincón de tu vida, fui tu apoyo, tu confidente, iluminé tus días y puse risas a tus noches.

Hasta que escuché de tus labios las fatídicas palabras. "Sí, la quiero, pero no estoy enamorado de ella".

Entonces conté una a una las lágrimas derramadas, las veces en que el pecho se me encogió y el dolor de mis suspiros.

Tomé mis cosas y me fui.

Intentaste detenerme. "Cómo puedo demostrarte que sí te amo?".

Te miré entre sollozos.

"Ya es muy tarde para eso".

Y caminé de regreso a mi propia casa.

jueves, 9 de agosto de 2007

Era una linda flor.


El regreso había sido horroroso. No calculé bien la hora, y salí de mis compras justo en el peak, así que me vine rengueando en 50 minutos el trayecto que habitualmente hago en 20.

Al llegar, saludé con una sonrisa al conserje mientras se abría con una velocidad desesperante el portón. Imaginé que cuando me viera con las manos llenas de bolsas y paquetes no hallaría nada mejor que perseguirme con la frase habitual: "señorita, retiró su diario?". Es como una obsesión que tienen en este condominio, una especie de confabulación de los guardias para asegurarse de que lea las noticias del día aunque sean las 8 de la noche.

El gato me miraba desde el balcón. Fue cosa de verme bajar del auto y comenzar a gritar como si lo hubiese dejado sin comer una semana. "Cállate, pesado", le decía entre dientes, imaginando que todos los integrantes de la comunidad estarían ya pensando en las medidas que tomarían para alejar a este animal a raíz de tanta alaraca.

Las luces del departamento estaban encendidas, señal inequívoca de que mi madre había llegado. Como le preocupa que estoy bajo mi peso habitual, se encarga una vez por semana de venir a cuidar de mí, trayéndome comida y noticias familiares. Estoy más enterada de mi parentela que cuando vivía con ella...

Dicho y hecho. Intenté hacer equilibrio con las carpetas, el bolso y los paquetes del supermercado, cuando el conserje acudió con mi diario en la mano.

- Señorita, le trajeron un encargo bien bonito hoy día.

- En serio?

- Sí, su mamá lo recibió.

Mientras intentaba meter el periódico en una de las bolsas, lo miré con cara de pregunta, para que me dijera de qué se trataba aquello que ameritara el adjetivo de "bonito". Se hizo el leso, y partió muy campante de vuelta a su oficina.

"Bonito, bonito. Debe ser un regalo, a lo mejor unas flores. Sí, eso, unas flores", pensé astutamente mientras intentaba comenzar a subir los cuatro pisos por las escaleras. "Ya, y poniéndonos en el caso de que sean flores, quién me las mandaría?".

Ahí empezaron los problemas. No estaba saliendo con nadie. Más bien, comenzaban a surgir telarañas en mis rincones. Hacía mucho rato que no tenía una cita, ni siquiera un encuentro casual. Mi última salida había sido un fiasco (me dejaron plantada en la puerta del cine), situación que ameritó que borrara al Señor de mis Tormentos de la memoria del celular, del messenger y de cuanta opción tuviera para ceder al impulso de echarle en cara su descortesía. Eliminado.

Galán porfiado. Esta opción era válida. Uno de los típicos especímenes denominados "simpático, pero no, gracias". Una persona con la que podría perfectamente ir a tomarme un café y reirme de las pelotudeces de la existencia, pero a la cual evitaba debido a que a los 5 minutos comenzaría a preguntarme si estaba sola, o había alguien en mi corazón, además de enumerarme el mundo de ventajas económicas de un joven ejecutivo soltero. El único viable, pero que con suerte tenía mi celular, y jamás le había dado mi dirección. Mmm, difícil.

Alguien me acosa. Este era un personaje del pasado que mientras estaba inmersa en la apasionante vida de una novia esperando el anillo me tentaba a caer en el lado oscuro de la lujuria. Nunca lo pesqué, y seguramente eso lo incitaba aún más... Hace poco volvió a contactarme, y pese a que de entrada le conté mi caso clínico (para que asumiera que soy una loca de patio y mejor conmigo ni a misa), cada día se encarga de recordarme que está disponible. Me da mucha risa, por eso no lo borro de la lista del msn, aunque un par de días atrás lo amenacé con el exilio virtual debido a su ofrecimiento de mostrarme una página con un video de su persona en acción. Jamás se tomaría la molestia de mandar flores. Descartado.

Gordito regalón. Otro joven ejecutivo exitoso, pero con más historias que la biblia. El compañero ideal para bailar y reirse un rato en la disco, sobre todo haciéndole al rock, pero por ningún motivo candidato a pasar a lo oscurito. Altamente improbable, ya que al parecer tras unos cuatro llamados en que le dije "gracias, otro día", asumió que no tengo ganas de salir con él. No tiene el perfil de alguien que mande flores para conseguir algo. Sería más factible que se viniera un día de sopetón, con un grupo arriba de un auto, a secuestrarme y forzarme a pasarlo bien en la Batuta.

El pasado me persigue. Era mi última opción, y quizás la más acertada. Aunque ya había transcurrido más de un año desde que lo nuestro se acabó, los múltiples mensajes, regalos, encomiendas y medidas desesperadas para reconquistar mi amor me habían hecho temer que un día aparecieran los reporteros de Pasiones en mi edificio. Incluso di orden de no dejar entrar a nadie que preguntara por mí si yo no daba aviso previo. Claro que había corrido mucha agua turbia bajo el puente, y de pedirme matrimonio entre lágrimas (recurso ineficaz) había pasado a odiarme públicamente, y dejarme mal parada frente a todas nuestras amistades. O sea, me hizo sufrir por 7 años, y ahora él era la víctima. Así que tampoco le encontré mucha cara de candidato a la sorpresa.

En esos momentos llegaba con todas mis adquisiciones,
jadeando eso sí, al cuarto piso. Toqué el timbre con el codo (igual es entretenido llegar agotada a casa después de una tarde en el Triángulo de las Bermudas), y esperé a que mi madre abriera la puerta con la cara de mayor indiferencia que pude.

- Mira lo que te llegó.

Antes de saludarme, de ver si había engordado unos gramos, o de retarme porque seguía en la cocina el mismo kilo de manzanas de la semana pasada, la pobre no se aguantó, y me guió como a una niñita hacia la mesa. Allí estaba un sencillo pero elegante ramo con dos liliums anaranjados.

- Algún pinche escondido por ahí?

Miré la tarjeta con una perfecta máscara de incredulidad.

"Sorry. Fui muy desconsiderado e irrespetuoso. Me perdonas?".

Era el Señor de mis Tormentos. Aparte del cosquilleo de nervios que me produjo saber que mi desprecio había surtido algún efecto, sentí alivio de que no fuera alguno de los candidatos non gratos quien se había tomado la molestia de pensar en mi persona.

Y ahora, qué haría? No era cosa de decir "sí, claro, no te preocupes". Una afrenta es una afrenta, por más disculpas perfumadas que lleguen después. Pero tampoco era cosa de dejarlo pasar y que se lo llevara otra más tonta y con más silicona. Mal que mal, un hombre que tiene la delicadeza de recordar que me cargan las rosas y adoro los liliums merece una oportunidad.

Pero, y si me volvía a hacer otra gracia? Si de nuevo me dejaba parada en la calle, sola, esperando una vuelta de la vida, rumiando despecho y jurando vengarme algún día?

Miré a mi madre, que no podía ocultar su entusiasmo ante tal muestra de interés de un bípedo (aunque no lo dice, sé que ya teme que la deje sin nietos). Miré al gato, que se lamía la cola sobre el futón, absolutamente indiferente a semejante cataclismo. Miré la imagen que me devolvía el espejo. Y vi en mis ojos un destello; brillaban como hacía tiempo no recordaba haberlos visto.

- Algo así, madre mía. Algo así.






Necesito fútbol!!!

Esto es atroz!!!
Necesito ver un partido de fútbol. Uno al día, ojalá.

Echo de menos tener la motivación para hacer las cosas necesarias "antes del partido", o entretenerme tejiendo a una velocidad impresionante "durante el partido", o salir a hacer compras "después del partido".

Es tan fome la TV... anoche vi el anuncio de los partidos de la Premier League inglesa para este fin de semana, y ya los espero con ansias.

Pero creo que lo que más extraño es tener la excusa para escribir alguna crónica, comentario, o al menos una estupidez after game.

Por ahora me tengo que conformar con ver "Pasión de Primera" en el Mega (con mi super ex compañero Pirula Herrera), Zoom Deportivo, Pelotas, y los partidos que alguna vez dan en la tele.

Me aburro...

Habré de esperar a que comiencen las eliminatorias para que haya un poco de emoción en mi vida?

Se me olvida...


Se me olvida el silencio, el rumor de mis párpados al cerrarse.
Se me olvida el calor de mi piel estremecida, el sabor de una caricia, el sonido de una voz susurrando en mi cuello.

Se me olvida para qué sirven mis manos, qué figuras dibujan mis dedos sobre una espalda dormida.
Se me olvida el dolor, las ansias de estallar en mil colores, con el alma alborotada y los cabellos en desorden.

Se me olvida el éxtasis y la lujuria. Unos labios ardientes recorriendo mi silueta, la sangre derramada, alcanzar la dicha y suspirar en una alcoba.
Se me olvida el reflejo de mi propia imagen en los ojos de quien ame.

Y en las lentas horas de agosto también se me olvida que quise ser canción en su memoria.

Amanda Cabot.
Agosto 9 de 2007.-
Se me olvida que alguna vez me dejé llevar por su locura...

Hace dos años...



Hace dos años te fuiste. Tu cuerpo malherido, testigo de tantas batallas y caminos, liberó tu alma, y sin una palabra de despedida encontraste una nueva ruta.

Creo que nunca te conocí. Tal vez siempre tuve de ti una imagen parcial, lejana, que me atemorizaba y estiraba la distancia.

Sin embargo, ahora te veo y percibo que me parezco tanto a ti...

Recuerdo esas mañanas cuando iba a tu cuarto y te leía el diario. No buscaba una recompensa, ni que me quisieras más. Sólo quería compartir contigo unos momentos, y bien sabes que esos fueron los únicos que nos unieron.

Hace dos años te fuiste. Tu sonrisa yacía estancada, tu mirada perdida. Ya era tanto el tiempo que tu mente vagaba lejos, en otros menesteres, en tu pasado glorioso y con el golpe del destino que cambió tu rumbo.

La última vez que te hablé no me conociste. Nos quedamos a solas, te asustaste y me tomaste de los brazos. Te dije mi nombre y por qué estaba ahí, pero tus ojos denotaban temor, y tus labios trataban de expresar tu incertidumbre. "Soy su nieta, la periodista", intenté hacerte recordar. Entonces sonreíste, me miraste con cariño, y volviste a la calma.

Cuando supe que te habías ido me quedé muda. Sabía que debías partir, pero una parte de mí igualmente se estremeció. Y cuando estuve sola, frente al espejo, por fin pude llorar por tu partida.