miércoles, 1 de agosto de 2007

Te miro...

Para qué?

Para qué te desgastas, pequeña egoísta, martillando tus sienes, formulando preguntas que nunca tienen respuesta?

Te miro y pareces olvidada. A veces sonriendo, a veces con la mirada perdida, como intentando retener en tu memoria los ecos de las últimas caricias que rozaron tu vientre, alguna vez, en un tiempo lejano que se va esfumando...

Mientras el mundo baila como animales exóticos, y la vida fluye por las calles, te aferras a una ilusión, al sueño de que las brisas de agosto te traigan de vuelta los abrazos, los murmullos, el éxtasis.

Pálida, delgada. Te imaginas vestida de miles de colores distintos, caminando seductora, con los ojos brillantes y una marca en los labios. Quién te dijo que llegaría a tu puerta una nueva esperanza?

Y si tienes razón? Y si el sol comienza a entibiar tu cuarto, si tu voz vuelve a sonar con alegría en tus rincones, si la existencia te da un respiro y borra las cicatrices del pasado con las manos que esperas?

Quiero verte coqueta, radiante, cubierta por bellos ropajes. Quiero verte caminar, con un gesto desenvuelto en tu cara aún libre del paso de los años.

Pero y las noches? Cuándo dejarás de aferrarte a la almohada, con las manos agarrotadas, temerosa, solitaria y ansiosa por un gesto de cariño? Dejarás esos tormentos también atrás?

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