martes, 14 de agosto de 2007

El cielo se olvidó de mí.

Ya no hay gestos, no hay miradas. No hay sonrisas, ni caricias.

El cielo se olvidó de mí, olvidó que soy mujer y que en mis venas corre vida.

Mi alma cautiva debe volar lejos... a los mismos parajes que la han visto pasar otras veces.

Mis manos se desintegran en un polvo de añosos colores fríos.

Mi boca se seca, resquebraja y muere sin palabras.

La noche me arroja a un pozo sin retorno.

A la distancia, el reflejo de una luz muere sin una lágrima de despedida.

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