domingo, 12 de agosto de 2007

Hay que ser mala!!!

Es un asunto al que le he estado dando vueltas últimamente, y no hay caso, llego siempre a la misma conclusión: a las malas les va mejor.

Quién no ha visto en su entorno una chica buena con mala suerte, que se engancha tipos que no valen un peso, o peor, cuando encuentra alguno que parece ser decente, éste la gorrea, la ignora o la tramita en sus ilusiones, para finalmente hacerla sentir que, más que un novio, lo que se consiguió fue un milagro.

Y más rabia da cuando se gira un poco la vista y te encuentras con ya no una, varias, mujeres "liberadas" o un poco más seguras de sí mismas, que traen de los pelos a sus enamorados (que generalmente son buenos muchachos), los engañan, los hacen sufrir, les quitan y les dan, y más encima, nunca son abandonadas, se casan con el buen partido, y terminan divorciándose y sacándole hasta el último peso (para quedar libres y revolcarse con el amante maldito pero sexy).

Definitivamente ser buena es un mal negocio. Te pasas la vida entera (o siendo realistas, unos pocos años) dando todo lo posible por el ser amado, cuidando los detalles, sorprendiéndolo, regaloneándolo, pensando en él, siéndole fiel, y cuando te das cuenta que en realidad el personaje es un narcisista que no te ama como esperabas que algún día lo hiciera, terminas el asunto con la mayor consideración posible. Y qué hacen? Toman venganza, se declaran víctimas, convierten en enemigos a todos los que más de una vez estuvieron en tu casa, y finalmente, hacen público el discurso de que perdieron el tiempo con una mujer que no valía la pena.

En cambio las malas... ay, esas sí que la hacen bien. Porque les importa un rábano los sentimientos de los especímenes que cazan en sus redes, los hacen felices con el sólo hecho de permitirles estar a su lado, se hacen querer y pagar cada minuto de compañía, son amadas e idolatradas... y siempre al final tendrán la oportunidad de pedir perdón in mente por los pecados cometidos, y el mismo sentimiento de culpabilidad (si llegan a tenerlo) hace que sean más cariñosas con la víctima. Es decir, todos ganan.

Es cosa de ver hasta en las teleseries... en Papi Ricky, Colomba, la niña buena, mientras se hizo la difícil con el pusilánime Ricardo le fue de perillas, pero bastó que cayera enamorada para que el perla trapeara el piso con ella. Mientras, Catalina, la mala, se da el gusto de hacerse querer por uno que sí vale la pena (haciéndolo abandonar de pasadita a otra buena mujer) y al final lo deja plantado, porque ella "no lo merece".

Claro que la TV trata de ser moralizadora, y en el último capítulo siempre ganará la buena, y la mala sufrirá las penas del infierno. Aclaración: eso no pasa en la vida real. Acá la buena es estúpidamente buena hasta el último de sus días, y la mala se ríe en su cara hasta que le da hipo.

Al parecer mi madre siempre tuvo razón. "No te vayas a poner tonta, mira que ya te tengo miedo", me dice cada vez que tengo en vista un nuevo prospecto; quien mejor que una madre para conocer la astucia o idiotez de su prole. Y cada vez que ocurre lo de siempre (es decir, que me va mal a final de cuentas) termina diciendo "te lo dije. Eres muy tonta con los gallos".

Ya me cansé de ser una Colomba. Me da rabia. Me tiene cansada el abandono, la continua creencia de los amores de turno de que una estará eternamente disponible, de que aunque pase el tiempo una siempre los recibirá con los brazos abiertos. Craso error, ya que si echamos una mirada a la historia, veremos una larga lista de individuos que hasta el día de hoy se preguntan en qué momento la dulce enamorada sacó las garras y los borró de su existencia. Casi como una Catalina.

Este es un buen símbolo para empezar un nuevo camino. Si al final a una la van a odiar por mala, mejor que lo hagan desde el principio y no que a última hora se hagan las víctimas por no haber tenido un previo aviso. Total, siempre se podrá decir "te lo advertí. Soy así.".

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