martes, 14 de agosto de 2007

Enloquecí.

Así, de repente, sin darme cuenta.

Un día cualquiera comenzó todo. Inocentemente con Ursula planificamos una matinal salida sabatina para ir a visitar muebles. Fue mi perdición. Terminamos casi en Chimbarongo comprando sillones, y atravesamos Santiago para cumplir el sueño de adquirir mi anhelado futón beige.

No pasó una semana y ya estábamos recorriendo otro sector semirural, viendo posibles piezas rústicas que embellecieran nuestros hogares. Es una enfermedad. Además que te dan todas las posibilidades de armar algo a tu pinta, en auténtica madera (no esas mugres de placa que venden en los mall), te atienden como a una "yeina" (sobre todo ciertos jóvenes y guapos dueños de tienda, que ofrecen visita a domicilio para igualar colores de barniz con los muebles que una ya posea), y hasta, con una sonrisa radiante, puedes sacar pago 50 y 50. Qué mejor! Ya estaba inventando un arrimo con espejo para la entrada... y vi un comedor que me quedó dando vueltas...

Después nuevamente el Alto, pero ya no tuve tanta suerte. Justo justo llegó 1 minuto antes que yo un desabrido comprador que se llevó el único plumón que combinaba con mis sábanas nuevas (regalo de mi madre), y por más caritas que le puse no se apiadó de mi ansiedad. Más encima, se me ocurre encontrar mis botas soñadas en Hush Puppies, y el sistema se cayó y no las pude adquirir. Qué rabia!

Ayer continuó la locura. Fui a una reunión de trabajo, y después pretendía venirme de inmediato. Lamentablemente la cosa era en Estado con Huérfanos, es decir, junto a miles de zapaterías. Partí en busca de Tito Larraín para que me vendiera mis botas, pero no encontré nada (ni a Tito, ni las botas).

Cuando ya me venía, sorpresivamente doblé a la derecha y me encaminé a Independencia, en busca de las telas para tapizar mi silloncito y los cojines. Iba por eso, pero terminé comprando visillos nuevos para mis ventanas (los que tengo ya me dan verguenza, y están viejos), tela verde para un mantel, hasta una chistosa tela para alternar con los cojines. Y unas alfombras... uy, tal como las soñé. Peludas con escándalo, de esas en que los pies se entierran cuando una camina por ellas.

Lo extraño fue que de alguna parte me salió un espíritu de Sansona, y pesqué en una mano las bolsas con las telas, y en el otro brazo las dos alfombras enrolladas!!! La gente me miraba al pasar, como diciendo "esta niña se chaló", y ahora que lo medito un poco debe haber sido bien extraño ver a una chica con tacos casi aguja, collar y chaqueta, haciendo de cargadora y sin pedirle ayuda a nadie.

Claro que yo no sé qué le pasa a la gente. Los chicos que trabajaban ahí me miraban con cara de pavos, y a ninguno se le ocurría por casualidad decir "señora, la ayudo?". Ya pasaron esos tiempos. Ahora cada cual se rasca con sus uñitas, y ni la incierta pero posible propina los motiva. Ni el bien de la humanidad, por último.

En la calle tuve que parar 2 veces. En una, incluso, tuve que pedirle a un tipo que me acomodara las alfombras bajo el brazo (si no le digo, no se le ocurre, aunque evidentemente se me estaban cayendo). En otra de mis paradas algo así como un visitador médico de los pobres me metió conversa, mientras a su vez hacía una pausa, pero tampoco se le ocurrió tender una mano.

Sólo a unos 50 metros del estacionamiento me vio el acomodador de autos, y partió corriendo en mi ayuda. Pensé que era un ángel enviado por Nuestro Señor, y más encima no quiso recibir propina. Raro...

De lo puro contenta que estaba, olvidé el cansancio y pasé a la Bodega Hush Puppies a preguntar por mis botas. Ahí estaban, lindas, esperándome. Fue ponérmelas y saber que eran para mí. Como un glorioso descanso para mis pies maltratados... y esta vez, el sistema dijo sí.

Y acá estoy, esperando hasta que una mano amiga me venga a ayudar a levantar los muebles y poder instalar mis bellas alfombras. Porque la fuerza no me da para tanto.




Así voy a quedar si sigo comprando tantas cosas y cargando tanto peso por amononar mi casa. Si hasta estuve pintando muebles el fin de semana. Ahí sí que me veré linda, loca y musculosa.

4 comentarios:

Pazchina dijo...

Que pasó? que susto amiga

Lilian Flores Guerra dijo...

Jajaja.
Nada, total, da lo mismo si soy bella o si me quebro un hueso.

Anónimo dijo...

jajaja que bueno que encontraste las botas..y veo que pudiste pintar tus muebles. Lo que es yo, lijé y lijé como enferma el sillón maldito para luego instalarme feliz con mi brocha..Y NUEVAMENTE NO PINTÓ NADA!!!!
En los próximos días haré el último intento con pintura en spray, a ver cómo me va con eso..te cuento.
Bye
Ursula

Lilian Flores Guerra dijo...

Ursula, me estoy asustando. Mis mesas pintaron a la primera, claro que queda como medio raro, medio corrido, y hay que darle una segunda mano para que agarre bien el color.

Creo que tendré que ver en terreno qué pasa con tu sillón rebelde.

Amanda, la pintora de brocha gorda.