domingo, 8 de junio de 2008

Iluminata

Sólo queda morir para el pasado, dejar que el dolor se ensañe como mil agujas desgarrando mi carne, hasta que ya no sienta nada.

No quiero mirar atrás. No tiene caso; a qué acumular una y mil caídas como piedras que cabalgan sobre mi espalda. Mejor olvidar; olvidar que la luna brillaba, olvidar los contornos del amanecer en una ventana pequeña. Olvidar la canción improvisada, el brillo en la mirada, y las dulces palabras que se vertieron como veneno por mi sangre desbocada.

Sólo queda dejar que el tiempo pase, que mi memoria sea cada vez más estrecha. Sin pudor, sin vergüenza; después de todo, sólo queda aprender que los sueños y las ilusiones nunca se hacen realidad.

Esta vez puedo correr sin temores a esconder mis lágrimas. No habrá más alivio para la angustia de mi pecho que el sonido eterno del mar embravecido. No habrá llamadas, ni huellas de pasos que busquen mi sendero. Moriré al pasado, como cada día perece en los brazos de la noche que le sigue.

Mi corazón ya no resiste más remiendos. Tal vez sólo deba dejar que se aniquile, y que nazca de nuevo, cual fénix ligado sólo a su grandeza. Tal vez la respuesta sea dejar de latir, convertirse en polvo y arena, hasta que un nuevo aliento de vida suspire en mi alma, y me traiga de vuelta, ajena al desconcierto y la tristeza.

Quizás es la ruta que debo tomar para ser libre de verdad.

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