sábado, 9 de agosto de 2008

En un mar lejano.

Cuando ya no quede ansiedad, y en mis manos aparezcan las señales del camino en su plenitud, ¿podré respirar, aquietar mi dolorido pecho y sonreir sin sarcasmo?

¡Si tan sólo no tuviese que esperar las señales externas! Dejar pasear libre mi corazón por la tierra de las fantasías, encariñarme con el ocaso y creer en los nuevos días...

Si el peso de los años y la oscuridad se esfumasen, dejando sólo un eco delgado y moribundo...

Y aunque las palabras descansan como tesoros en mi conciencia siempre quiero más. Una nueva promesa, un nuevo descargo, la certeza de que no morirá otra vez el anhelo en mi ventana cerrada.

¡Sólo deja que pasen los días, y que mi espíritu errante decida aquietar su vuelo en un mar lejano!

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