viernes, 25 de mayo de 2007

Recordando el verano. Parte III

Uy, se me pasó el tiempo y no había terminado la historia...


Esa tarde que en Punta de Lobos tantos chicos nos invitaban a fiestas y demases, nos fuimos a la casa y salimos en la noche con mi hermano menor, una prima y su marido al bar Xelha. La vista no estaba muy buena, la verdad, nada interesante que ver por el momento.


Después mi prima y su marido se fueron a bailar salsa por ahí, y nos fuimos al Hotel Ross a la fiesta super power electrónica. Era bien extraño el ambiente, la mayoría chilean surfers y uno que otro foráneo por ahí. Cuando empezamos a ver bien, nos dimos cuenta que la mayoría de los participantes estaban esa tarde en Punta de Lobos, y que era un círculo como de "amigos" medio cerrado, aunque con nosotros fueron bien cordiales.


Ahí fue cuando comenzó la ronda de preguntas: "cómo te llamas" - "dónde te quedas" - "en qué trabajas" - "hasta cuando te quedas" - "cuántos años tienes" - "te metes al agua". Eran las clásicas 6 preguntas, casi nos daban ganas de preparar un panfleto y sacarle copias, para no estar gritando en medio de la gente.


Los chicos eran más aguja. Como que si bailaban con una era más por engrupir que por otra cosa, a diferencia de la gente en la disco, que era más relajada.


No sé cómo, pero terminamos el carrete en la casa de un surfista emblemático llamado Elvis. Elvis! era verdad que se llamaba así, pero no me acuerdo del apellido. Con la Ale nos anduvimos descoordinando un rato, pero finalmente nos encontramos.


Al otro día, a eso de las 12.00, sentía que sonaba y sonaba un celular. Entre dormida pensaba "que loca Ale, está bien aprovechar el fin de semana, pero para qué poner alarma". Al rato despertó, y nos dimos cuenta que era un celular misterioso que no pertenecía a ninguna de nosotras el que sonaba.


Para entregarlo al despistado usuario, nos coordinamos y fuimos a Punta de Lobos. Allí disfrutamos de una hermosa tarde de playa, sin una gota de viento.
Finalmente nos fuimos, no sin reirnos por la maldad que hizo Ale. Antes de entregar el celular le revisó la libreta, y al ver un número sindicado como "camboyana", no aguantó las ganas y lo marcó. Después de eso empezó a recibir llamados de vuelta, pero lo apagó, y como no sabía la clave, quedó apagado. Cuando lo entregamos, y el chico lo encendió de nuevo, sentimos un mensaje de texto que le llegaba. Me imagino que habrá tenido que sostener alguna conversación con la pobre chica tan mal catalogada. Eso le pasa por mal hablado.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cada vez que me acuerdo de aquel increíble episodio del celular, no puedo hacer otra cosa más que reírme y reírme.

Y de puro acordarme de aquel amargo personaje de la casa de "elvis" me da urticaria...

Lilian Flores Guerra dijo...

Ay! verdad... se me había olvidado ese periodista amargado... pero él estaba fascinado con tu persona!