miércoles, 2 de enero de 2008

Agradecida de la vida

Terminé el año echando pericos por lo catastrófico que fue, pero ahora, con la tranquilidad que me da el haber comenzado este nuevo ciclo con el pie derecho, miro atrás y siento agradecimiento.

A los amigos y amigas, pocos pero buenos, que estuvieron a mi lado, compartiendo mis risas y mis lágrimas.

A mi familia, que en bloque se alineó junto a mi lecho y me dio la tranquilidad de saberme querida y aceptada pese a mi locura eterna.

A aquellos que me dejaron, que liberaron su espíritu y marcharon lejos, pero que antes de irse tuvieron un gesto cariñoso para mí.

A los locos amores del verano, que con sus historias, aventuras y sencillez me abrieron paso al mundo, y despertaron en mi espíritu las ganas de volar.

Al frío del invierno, que me hizo encontrar refugio en mis propias cobijas, en mi interior y en mi fortaleza.

A un hombre alado de ojos tristes, que con su paso fugaz por mi ruta encendió el fuego de mi talento olvidado y me empujó al reencuentro con mi vocación renacida.

A toda la experiencia, mala y buena, que me hizo bucear en las aguas más profundas y oscuras, para elevarme un día, limpia de temores y sedienta de vida.

Y a esa noche llena de luces que me trajo el regalo de volver a creer.

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