lunes, 10 de diciembre de 2007

Atada al vacío

Para sacarme esta pena de hombre, qué he de hacer con mis manos, atadas al vacío?

Morir de sudor cada vez que camino por barrios de conquistas. Rebajarme hasta el estrellato; vender mi alma al diablo, sacarme las espinas con una aguja de plata, y correr, hasta caer exhausta a los pies de un alma herida.

Cabalgar a pasos sin destino, como una hoguera envuelta en la bruma. Jugar a ser poeta y enloquecer rimando sin pausa, cantando sin palabras, como si el agua fuese cielo, y cayera de cabeza en el infierno.

Murmurar conjuros de otras eras, llamando a mi pecho su estela, amarrando su sufrir a mi risa histérica. Jurar sobre mis posaderas que jamás será mío, porque ya su espíritu cruzó mis fronteras, y no habrá otra vuelta.

Para quemar esta voz enronquecida, qué haré con mi vientre en ascuas?

Amanecer con los labios pegados a un vidrio, romperme la frente en el espejo de mi mala suerte. Acariciar el borde del abismo con mis pies descalzos. Creer que soy más vieja que mi era, y caminar, en solitario designio, por una ruta de espanto que no me asuste.

Para sacarme esta pena de hombre no habrá más remedio que mi loca pasión desbordando de una copa hecha trizas.

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