Una mañana cualquiera despertaré envuelta en bruma, con lirios brillando a mi lado, y una amplia sonrisa bañando mi rostro.
Una mañana, una como tantas, el color de mi vuelo traerá perfumes y sonidos de eras milenarias; me pondré de pie sobre mis propias ropas revueltas, y agitaré vientos y mareas, pensando en voz alta un nombre e invocándolo altiva.
Pondré la flor sobre la herida. El agua no correrá por mi lado sin tocarme. Los rayos de la luna silbarán viejas melodías en mis labios. Mis dedos recorrerán sin pausas los contornos de una piel bienamada.
Porque esa mañana llegará, con la distancia sin tiempos del destino aún incierto.
Y flamearán mis banderas, y mis manos resplandecerán de joyas vivas.
Porque habrán pasado tormentas, delirios y tristezas, y mi alma aún estará erguida.
viernes, 21 de diciembre de 2007
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