domingo, 11 de noviembre de 2007

Las citas

Son un mal necesario de nuestra era. Un momento angustioso y molesto, pero que hay que pasar con la frente en alto y la mayor dignidad posible. Una cita. Qué cosa más rara!

A mi juicio no hay nada peor que cuando un par de amigos te consiguen un prospecto "interesante" con el cual, aseguran, te vas a llevar súper bien, y te inventan una salida para que el entorno haga lo que el destino y la casualidad no lograron: ponerte frente a un especimen y encandilarse con su onda.

Mal pronóstico. Ingers tuvo una cita de aquellas hace unos días, y me comentó que no estaba ni por si acaso emocionada. Que no tenía ganas de nada. Mejor, le dije, así no tienes expectativas, te relajas y lo pasas bien sin preocuparte de caerle en gracia al muñeco.

Dicho y hecho. Me comentó que bastó echarle una mirada de reojo cuando subió al auto en que la pasaron a buscar para darse cuenta que el joven no tenía un ápice de atractivo para ella. Así que se dio cuenta al poco rato que estaba hablando como loro, ya que no le importaba impresionarlo.

Más encima el niño caía en la categoría de especimen; venía saliendo de una separación, y buscaba a una chica buena que le reordenara la vida, lo que a mi juicio es una patudez. Cómo pretender que aparezca de la nada una mujer seria, regia, honesta y responsable y se haga cargo de su felicidad, la misma que él no fue capaz de lograr?

Ahí es cuando me doy cuenta que el amor y las relaciones de pareja están sobredimensionados. Existe la general idea de que en el mundo existe "alguien" esperando encontrarse con uno (el tradicional mito de la media naranja... por qué se les habrá ocurrido ese fruto tan ácido?) para darle la felicidad. Mentira!!!

Eso es imposible. En esta sociedad en que estamos todos medio enfermos, de melancolía, de estrés, de soledad, lo que menos tenemos es felicidad y bienestar. Cómo podría uno esperar que exista un ser inmaculado, que no esté herido ni dañado por males varios (como desilusiones anteriores, por ejemplo), que le dé luz a la vida y por ende la felicidad?

Qué esperamos, en el fondo, del hecho de estar con una persona? Recibir? Dar? Desbordar? me da la sensación, y lo digo por experiencia, que terminamos haciéndonos cargo del bienestar de otro, asumiendo la responsabilidad de su dicha, muchas veces a costa de nuestra propia realización, obteniendo como paga una dudosa sensación de "ser amado".

Pero como las reflexiones no bastan, seguiremos acudiendo, perfumadas y arregladas, a cuanta cita nos inviten. Por si esta vez sí que sí le damos el palo al gato. Por si, en una de esas, la mala suerte se hace la lesa y nos permite un destello de emoción. Por si los santos nos dieron una mano y nos mandaron (por fin!) a un prospecto de verdad bien aspectado.

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