Podrías acercarte a mi sendero y darme de beber de tu fuente sin nombre. Qué mezquindad, no dejarme ver tus heridas, no mostrarme la salida, y pedirme a la vez que me vaya.
Quedarás en silencio, mirando cómo mis pasos huyen y corro hacia los precipicios?
Podrían tus manos coger mi vientre estrecho, aferrarse y no soltarme hasta el último suspiro. Qué sabor amargo tienen mis caricias, que las dejas clavadas a un puñal de hielo y sin embargo pareces anhelarlas?
Cambia este destino. Dile adiós a la miseria y las noches en vela; revive, intenso, eterno. Déjame morder el borde de tu boca sin dudas, porque mis dedos laten, y mi espíritu se abre como flor enloquecida.
Sólo harás un gesto de despedida, y me verás mientras camino a un destierro sin edad?
lunes, 19 de noviembre de 2007
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