domingo, 11 de noviembre de 2007

Y se acerca...

No recuerdo haber estado antes tan poco conmocionada por mi cumpleaños. Lo que generalmente era un mes calculando posibilidades, haciendo recuentos, planificando celebraciones (y sufriendo por anticipado con los posibles ausentes), ahora me tiene en una absoluta indiferencia.

No quiero hacer nada. El año pasado me esmeré organizando un cumpleaños como correspondía, y vino una mínima parte de los invitados. Y de los que llegaron, varios parecían estar mirando el reloj, como calculando el momento preciso para retirarse ni tan temprano que se viera mal, ni tan tarde que los privara de otro encuentro.

Siempre sufro cuando hago una convocatoria. Como que empiezo a deprimirme pensando en que nadie llegará, y al final en vez de pasarlo bien por los que aparecen lo paso mal por los que no vienen.

Todo este psicótico análisis debe tener su raíz en alguna de mis celebraciones infantiles. Recuerdo que a mis cumpleaños siempre llegaban pocas personas (después descubrí que era mi madre la que invitaba con pinzas a la parentela), mientras una semana después, mi prima Andrea repletaba su casa de gente, que la colmaban de regalos (los cuales me refregaba en la cara después. Menos mal que mi prima creció y se transformó en una chica maravillosa. Cuando pequeña era bien insoportable).

Tal vez se deba a que en mi celebración de los 7 años a mi hermano se le ocurrió nacer antes de tiempo, y después de terminar de armar la torta mi madre debió partir raudamente al hospital. No sería nada si no fuera porque el perla decidió tomarse su tiempo, y distinguirnos con su llegada 3 días después. La última mañana mi padre ya no hallaba qué inventarme para quitarme el susto por la larga ausencia materna...

Recuerdo claramente mi cumpleaños número 15. Hice una fiesta de antología. De esas que la gente recuerda por mucho tiempo. Esa vez mi casa se llenó de gente, y hasta hubo un apagón, razón por la cual tuvimos que mantener la noche ardiendo con velas y pilas en la radio. Igual funcionó.

Esa vez me fui a la segura e invité a todos los chicos que me gustaban. Eran 7!!! Entre los del barrio y los del colegio, cómo no iba a aparecer alguno que me entretuviera en aquella ocasión tan importante!

El caso es que la noche fue memorable no sólo porque aparecieron dos de los invitados especiales (el apagón causó estragos en Santiago, y los que venían de otros sectores no pudieron llegar), si no porque el que había sido el amor de mi vida durante 3 años! llegó a la fiesta y no quiso entrar... se quedó afuera... al rato se fue. Nunca entendí si pensaba que poco menos me iba a tirar encima de él (esa maldita costumbre de algunos prospectos de creer que voy a descender de mi Olimpo para conseguir su atención... primero muerta!), o si simplemente era tímido. El caso es que el muchacho se dio una vuelta por la fiesta, y al poco rato se fue.

Pero el que la hizo de oro fue el "chico del barrio". Cuando ya pensaba que no me quedaba otra opción que conformarme con él (en realidad me encantaba, pero su inconstancia me hacía despreciarlo a veces), me di cuenta que todas mis amigas, todas, ya tenían pareja para la noche. Incluyendo a la Westerman, a la que descubrí besándose con "mi" chico del barrio. Resultado final: todas con un peor es nada, menos la cumpleañera, que se llevó al día siguiente una retada descomunal por todas las incidencias de la noche. Más encima...

Mmm... otra noche de esas memorables fue mi cumpleaños nº18. Lo pasamos increíble, fue demasiado entretenido, pero para variar el chico que me interesaba (que era algo así como "mi mejor amigo", qué asco!) no sólo no me pescó, si no que ni siquiera llegó. Y era según él poco menos que mi alma gemela. Nunca lo perdoné, y cuando al lunes siguiente apareció haciéndose el lindo en la Plaza Santa Ana a la salida del colegio apenas si lo saludé. Ni le respondí su abrazo de felicitaciones. Imbécil. Me contó que no había llegado porque armó un grupo de amigos y al final no se consiguieron auto. Me dio lata rebatirle que yo no había invitado a ninguno de sus benditos amigos.

Podría estar horas acordándome de mis cumpleaños. De lo poco felices que han sido muchos. De los tiernos que fueron otros. Pero el caso es que ahora no tengo muchas ilusiones respecto de mis fatídicos 33. Si se puede pedir un deseo lo único que pido para ser inmensamente feliz es que a esa fecha tenga ya solucionado el tema del departamento. Y poder irme tranquilamente a mirar las olas (y los dioses griegos, of course) y decir "cumpleaños feliz, me deseo a mí..."

4 comentarios:

Pazchina dijo...

Amiga mía:
Se nos vino la fecha encima.
Creo que lo mejor es celebrar bailando hasta morir de cansancio y desgastar las suelas de nuestros zapatos, con un agüita mineral a nuestra disposición.
Echando a bailar las malas ondas y para espantar esos años demás que no coinciden con nuestras energías (bueno a veces, solo un poquito jeje)

Lilian Flores Guerra dijo...

Jaja, sí. El único problema es cuándo. Como cae día martes el sábado anterior es demasiado antes, y por lo tanto, mala suerte, y el sábado después es como muy después. Como que ya habrá pasado la vieja...

Pazchina dijo...

Ay galla, es uno de los primeros sintomas de q no son 15, el sábado antes no por que no has cumplido aún y el siguiente... son 4 días más no más...NO SEAS LATERA.

Anónimo dijo...

me importa un coco que estés sin ganas, igual te vamos a ir a ver el martes a tu casa así es que sácate el pijama nomás, ponte bonita y a sacarse fotos para celebrar los 25 con tus amigas.
Ursula