jueves, 4 de octubre de 2007

Lo encontré!!!

Estoy emocionada. No sé a quién agradecer, si a dios, a baghavan, a los ángeles, a gatoku... a la vida. El caso es que buscando un documento muy terrenal que necesito para algo no tan terrenal encontré, entre papeles y cachureos, un cuento que escribí a los 17 años. Lo volví a leer, y me sentí nuevamente impregnada de esa antigua magia, que me impulsó a buscar un camino entre las letras, y que pese a la vuelta tremenda que me di me esfuerzo por recuperar.

En esa época me hacía llamar Lilian Cabot. No fue una escasez de imaginación, si no que siempre me ha gustado mi nombre verdadero. Me gusta pronunciarlo, cómo las eles le dan una suave entonación, terminada por una ene infinita...

Me estoy yendo a otro rincón. Acá va el cuento, espero que si alguien lo lee le guste. Ahora miro hacia atrás y trato de descubrir las diferencias y semejanzas con la mujer que en esa época era.


DOS AGUAS

Lilian Cabot. 1992.-

Una luz resbaló sobre su piel. Los brazos colgantes, la frente despejada, sonreía como en sueños. Segura de sí misma. Desafiando al pasado infame que marcó una huella sobre sus hombros, pálido resquicio de un ayer inocente y pudoroso.

Sentía su respiración entrecortada, suspirando a veces, llamándome en voz baja. Como cadenas que se rompen en silencio, mi cuerpo respondía a aquellas mórbidas intenciones, temeroso, conciente de la magia que iba socavando mis dudas, dejándolas en el aire, restándoles importancia.

Buscó una respuesta a su inquieta madeja de emociones. No podía dejar de observarme, los ojos brillantes, los labios entreabiertos; sin vacilaciones, expectante, esperaba el momento solemne en que yo decidiera amarla.

Todo cambió su sentido. La vida misma, sus peligrosos senderos. No podía apartar de mi mente las dulces palabras que estaban guardadas por tanto tiempo, esperando la hora precisa de su alumbramiento, que parecía ser ésta. Sólo quería liberar todo el sentimiento acumulado durante noches en vela, en las que era mi propia sombra fiel y atenta compañera; borrar de una vez por todas las crueles secuelas que aún sangraban en mi alma.

Me besaba suavemente, impregnándome de su esencia. Sin ligaduras. Todo nacía allí mismo. Ni un ápice registrado en la guía de conducta; los ocultos deseos afloraban en aquel instante, sin preguntas, sin exigencias.

¿Cómo explicarle su propia perfección? Era algo demasiado intenso; las palabras no bastaban para cederle toda mi persona. Ni para recibir su entrega. Su maravillosa entrega.

Se lo dije miles de veces. Acariciándola, protegiéndola… ¿De qué? ¡Si, en el fondo, era yo quien necesitaba su abrigo! Pero nada de eso parecía tener importancia. Con sólo tocarla, sentirla, una voz interna me decía que había encontrado mi destino. ¡Después de tanto tiempo! Perdido, buscando en lo más oscuro de la civilización; cayendo en los peores estados, borracho, sediento de cuerpos fáciles. En el fondo, rogaba que no todo fuese así, que algo pudiera sacarme de esta atmósfera turbia, en la que mi cerebro y mi alma no cumplían función alguna.

Y al fin la encontré. Oculta entre sus propios conflictos, batallando cada día contra el mundo instintivo, se hizo perfecta ante mis ojos.

No dudé en perseguirla, correr tras sus leves pasos. Parecía huir; no era fácil hallar su mirada de ojos profundos, en los que un dejo de melancolía delineaba sus contornos, posándose sobre el destino con violencia y ternura entremezcladas.

Así llegó a mí. Tímida y vacilante, al principio. En tan poco tiempo, su camino se fusionó con el mío; y aquí estaba ahora, risueña, latente, demarcando su existencia para siempre.

Aparté un mechón de su frente. Parecía estar viviendo algo irreal, una fantasía. En la oscuridad, podía adivinar sus formas, que mi cuerpo quería seguir conociendo. Su aliento llegaba a mí como un mensaje, rozando mi alma desnuda. No quería romper el encanto de aquel instante, pero mi sentir pudo más.

- Te amo.

Silencio. Un estremecimiento recorrió su rostro, y sutilmente levantó sus párpados.

- Repítelo –me pidió, mientras sus dedos rozaban mis labios.

- Te amo. A ti. Sólo a ti.

Sonrió.

- Yo no sé qué podrá pasar mañana –me dijo-. Pero, ahora siento que te amo –buscó mis manos-. Estoy aquí, dejándome llevar de tu existencia.

La besé con suavidad. Casi al descuido, se acurrucó en mi pecho, envolviéndose con mis brazos. Dormía.

Durante días me mantuvo en pie de guerra. Ninguna noticia, completo desconcierto. Cada noche la llamaba en silencio, buscando el motivo de su ausencia.

Y, sin embargo, no estaba lejos. En el fondo, sabía que nada era mentira, que la suerte había marcado su rumbo. Que no estaba solo. Pero mi temor y mi ansiedad tomaban, a veces, el control de mis pasos, y llevaban mi alma hasta la más horrible desesperación.

Volvió. Mil veces más jovial, transmitiendo su propia seguridad, apagando con sus labios el miedo que aún se anidaba en mi espíritu.

- Somos dos aguas –me dijo una noche. Sentados frente a una hoguera, respirábamos el perfume de su hábitat. –Bajamos desde la helada montaña, y nos juntamos en un paraje.

- ¿Y cómo es el paraje? –me gustaba impulsarla a hablar de su visión de las cosas.

- ¡Caótico! –sonrió. Un beso suave. –Pero, más adelante, cambia el paisaje. Se hace más nítido. Más perfecto.

No sé lo que me espera en el futuro. No temo. Sólo avanzo a impulsos; mis sentidos dominan mi andar. Ya queda poco del miedo que marcaba mis días solitarios.

Mientras un cigarrillo se consume en mi mano, la observo. Sus rasgos, suavizados por el sueño, inspiran una tranquila reflexión. El tiempo corre, inexorable. Su silueta recorre mi madriguera, contagiando el aire con su encanto. Hermosa, terrible, cubierta tan sólo por una transparente alegría. Quiere tenerlo todo; revisando rincones, suburbios, llenándose a palmos con mi mundo.

2 comentarios:

Pazchina dijo...

pucha huachi, es es mi Amanda de siempre, bueno mi Cabot de siempre, como te dije esas son las letras que deben caer gota a gota de tus dedos y dibujar en el papel las fantasias de tu alma. Un beso amiga.

Lilian Flores Guerra dijo...

Liiiinda. Igual me da como risa ver lo inocente que era en aquellos días, pero sabes? me gustaría recuperar un poco de esa pureza de alma. Ya estoy harta de espíritus enfermos y lágrimas de despecho. Ahora es el momento de volar alto.