sábado, 22 de septiembre de 2007

Nada.

Nada pedí, nada prometí. No hice de mis palabras más que el soplo ligero de una voz en el silencio.

Nada entrego, nada encuentro. No quise transformar mi faz en el recuerdo dormido de las horas que pasaron.

Y aún así, a minutos de romper con las tradiciones, vuelvo la mirada con ansias, como esperando que regrese sobre sus pasos, que levante el velo de los sueños muertos, y ponga una ofrenda a mis pies.

Nada yace en el fondo estancado de las aguas que se helaron en la inercia.

Nadie vela mi descanso en la mañana.

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