martes, 4 de septiembre de 2007

Quisiera ser como una ranita...


Cuando vivía con mis hermanos solían molestarme diciéndome que tenía cara de rana. Bastaba que saliera la Rana René en la tele para que comenzaran las burlas. "Mira, ahí está la Lily". Me daba como vergüenza, típico que cuando una es chica todo le da plancha.

Pero el año pasado, mientras acompañaba a un guapo ejecutivo trasandino a hacer unas compritas a un mall por ahí, viste? encontré en la sección juguetería el regalo soñado para mi chanchi: una rana de peluche que cantaba y se llamaba Lily. Cuando quise ir por ella ya no habían, y me arrepentiré for ever de no habérsela comprado en ese momento.

Ahora me gusta la idea de parecerme a una ranita. Son bonitas, ágiles, simpáticas, tienen piernas largas, se visten de verde. Y algunas son medio venenosas. No como los sapos, que son gordos, feos y hacen ruidos raros. Las ranitas son esbeltas, graciosas. Como la de la imagen. Creo que si le pongo pelo largo, ondulado y oscuro se vería igual a mí.

Si la vida fuera más sencilla... como la de las ranas. Son hermafroditas, es decir, no necesitan de un macho procreador para sentirse realizadas. Si la conservación de la especie lo requiere, pum! se hacen de guagua, y punto. Nada de estar con la eterna remolienda de que si le gustaré, si me pescará, si vendrá a verme alguna vez, si me hará sufrir, si soy bonita... nada.

A medida que lo pienso más lecciones creo que puedo aprender de las ranas. Viven felices en su charco, se movilizan por cuenta propia, no dependen de nada ni de nadie... y no andan inspirando pena para que les tiren un cariño de vez en cuando.

Vivan las ranas! y si tengo suerte quizás este año le encuentre a mi sobrina la Rana Lily, con sus canciones y su cara de simpatía.

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