jueves, 6 de septiembre de 2007

Te esperaba.

Te esperaba, como cada noche, al caer las últimas páginas de un libro encantado. Quería cerrar mis ojos y pensar que a la distancia en mí pensabas, que las horas también habían sido eternas, que ansiabas llegar a casa y encontrar consuelo en mi risa contagiosa.

Te esperaba para saber qué sueños habían acompañado tus pasos, qué tormentos con tu espada habías atravesado. Cuánta gente tu mirada había cruzado, de qué color eran las nubes que a lo lejos seguían tu rumbo.

Te esperaba y sonreía al pensar en tus desvelos, al imaginar que en tu memoria mi figura trazabas. Que con un pincel dibujabas cada rincón de mi cuerpo, y que contabas los segundos para hacer realidad tus deseos más ocultos.

Te esperaba, pero tus pasos aquí no llegaron. No volvieron mis puertas a abrirse ante tu andar, no acogió mi almohada tus sueños en la madrugada.

Y me quedé en silencio, cabizbaja y pesarosa, porque sentada frente a un espejo, esta vez sí te esperaba.

Amanda Cabot.
Septiembre 6 de 2007.-
Te esperaba, pero tu alma vagaba lejos, donde no pude alcanzarla.

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