domingo, 3 de junio de 2007

Dos historias... siempre pienso en ellas.

Esta tarde mientras intentaba dar un curso a mi existencia cotidiana vinieron a mi memoria dos historias que conocí en mi niñez, y que de alguna manera se quedaron grabadas en mi retina, aún no sé por qué.



La primera era una película de dibujos animados, no recuerdo ni por asomo el nombre. Ocurría creo que en China, durante una fiesta de esas en las que arrojan miles y miles de fuegos artificiales, y lo que sucedió fue que uno por algún motivo no estalló, y quedó clavado en el medio de un pantano. La gracia es que el fuego artificial era un personaje, con cara y carácter propios, y éste en especial era bien vanidoso. Todo el tiempo que pasó en el pantano se dedicó a hablar acerca de lo importante que era su rol en la vida, que era estallar con gran belleza y que todo el mundo lo admirara, y se burlaba por feos e insignificantes de los sapos, insectos, plantas y otros seres que estaban alrededor de él.



Finalmente por x razón, un incendio al parecer, no lo recuerdo, el fuego artificial se encendió, y feliz, se preparó al gran momento de su vida. Y claro, salió volando por los aires, hasta estallar. El detalle, eso sí, fue que era de día, y nadie lo vio.



La historia estaba contada como una especie de moraleja contra la vanidad. Pero nunca pude dejar de pensar en el pobre fuego artificial, cómo pasó su vida esperando el gran momento, que pasó inadvertido. Y la tragedia es que el sentido de su existencia era precisamente provocar un impacto, que lo vieran.



Otra historia que con mucha frecuencia viene a mis pensamientos es un cuento o novela que leí, del que para variar no retuve el nombre ni el autor. Era sobre una mujer, que en su adolescencia vivía en algo así como una pensión para estudiantes, y en ese lugar conoció al que sería el amor de su vida, un joven que alojaba allí. Desde ese momento su vida fue adorarlo, con la única salvedad que él nunca supo siquiera de su existencia. Pasaron así los años, él se tituló y abandonó la pensión, ella se transformó en una mujer, y nunca pudo dejar de amarlo. Incluso, una vez fue a una fiesta, y aprovechando el tumulto lo conoció, habló con él, y terminó haciéndole el amor (que suena cursi, cierto? corrijo, ella le hizo el amor, él tuvo sexo). Cuando a la mañana siguiente ella pensó que había vivido el momento más feliz de su vida, él amablemente le dejó un fajo de billetes en el bolsillo. Ella creyó morirse, le devolvió el dinero llorando, y salió corriendo. El se quedó con cara de imbécil, no entendiendo.



Quedó embarazada, y tuvo un hijo de aquel hombre. Si bien pensó por un tiempo que al menos fruto de su amor tenía algo valioso, no le duró mucho porque el niño enfermó gravemente. Acá es cuando me falla la memoria. No recuerdo si el pequeño murió, o estaba agonizante. El caso es que en esas circunstancias ella se atrevió y escribió una larga carta al hombre, contándole toda la historia de su amor, y diciéndole que tras la muerte del pequeño ya no le quedaba nada por qué seguir con vida, por lo cual se mataría. El hombre se sintió abrumado, y trató de buscar en sus recuerdos algo que le indicara quién era aquella mujer que había dedicado su vida a amarlo, y que él ni siquiera sabía de su existencia. Pensó que tal vez habría sido feliz si hubiese descubierto antes aquella verdad. Y se dio cuenta que no tenía cómo encontrarla y evitar que se quitara la vida.


Con cierta frecuencia me acuerdo de estas historias. Será porque ambas grafican de manera muy simple lo absurda que puede parecer a veces la existencia. O porque tendemos a pensar que de alguna manera las cosas milagrosamente se arreglarán, y todo tendrá un sentido, lo cual finalmente nunca sucede. No lo sé. Por ahora mi cabeza no funciona. Quizás en otro momento pueda definir qué es lo que me producen.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola... bueno más que perdonar la intromisión te agradezco que hayas pasado por mi Blog.

Buen posteo, el de arriba no lo entendí por eso no te firme, pero este me gusto.

A veces yo también busco la reflexión en alguna moraleja de algún viejo proverbio o algún cuento sabio.

Siempre sirve aunque lo que mas me ayuda son las canciones, creo que hay una canción para cada momento de la vida en cada sentido especial, suena cursi pero las letras lo dicen todo.

Un saludo grande gracias por pasar por mi Blog seguimos firmándonos.

Lilian Flores Guerra dijo...

Hola Facundo, gracias por visitarme. Fíjate que tu post me cayó como anillo al dedo, porque justo acabo de escribir otra cosa relacionada con canciones.

Claro que en el caso de estas historias me provocan mucha tristeza. Nunca me cuadró la moraleja.

Te mando un abrazo, y tírate de nuevo unos chistecitos, para animar estas frías tardes (creo que ustedes allá están pasándolo re mal con el frío, no?).