lunes, 4 de junio de 2007

Era sólo una señal.

Cuando mis ojos se abran al fin, y sienta el aliento de la muerte correr a través de mis dedos, tal vez sea feliz.
Cuando la mañana abra sus pétalos en torno a mi rostro, y el frío sin pausas recorra mis huesos, y el color de la sangre abandone mis labios, tal vez suspire y sienta paz.

Era una vez. Era joven y celestial; mis manos se alzaban para acariciar una frente en llamas, mis corazas desaparecían junto con mis temores.
Volví a caer. Volví a sentir los cristales del terror en mi garganta, el anillo de silencio me encerró en una jaula, y grité el veneno, tragué mentiras, me ilusioné con la fantasía de mi cuerpo sangrando.

Mis párpados se cerrarán. Mi voz se extinguirá. Mis uñas no rasgarán las paredes.
El viento me traerá el eco de su risa, pero estaré perdida, olvidando su calor.

Amanda Cabot.
Junio 4 de 2007.
Era una señal; debía seguir la senda delineada, pero jugué a cambiar mi suerte. Otra vez.

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