domingo, 10 de junio de 2007

La escapista.

Cuando pequeña era una diabla escapista. No podían sacarme la vista de encima un par de segundos, porque de alguna manera, en una maniobra inesperada, dejaba que mi instinto me guiara, y encaminaba mis pasos hacia adelante, en cualquier dirección.

Tenía algo así como 3 años cuando una tarde me encontraba junto a mi madre y hermano mayor (casi tres años más que yo) de visita en casa de una tía. Jugaba con mis primos y otros niños en el jardín de la casa, y mi madre, como guardia de palacio, junto al grupo y sin despegar de mí su atenta mirada.


"Déjala que juegue tranquila un rato, la Chica la cuida", le insistía una y otra vez mi tía a mi mamá, para que entrara a la casa a tomar un té, y me dejara en paz por un momento. Finalmente, ante tanta insistencia, optó por confiar el cuidado de mi persona a la citada prima, y dejó de mirarme por 2 minutos.


Entonces desaparecí. Primero recorrieron la casa, que era como las de campo, de grandes patios y muchas plantas y rincones. Al percatarse que no estaba, comenzaron a ver en la calle, en las casas vecinas, en los alrededores. Nada. Para mayor angustia, en esos momentos estaban construyendo los alcantarillados en esa villa, por lo que las calles estaban llenas de zanjas de 2 metros de profundidad. Organizaron una cuadrilla de búsqueda, y salieron en grupos a recorrer el sector.

Se hizo de noche. Ni luces de la pequeña. Mi madre lloraba y me llamaba por las calles, con mi hermano de la mano, quien al verla tan asustada, a modo de consuelo, le decía "no importa mami, después tienes otra guagüita", alternativa que no agradó a mi progenitora, y con más fuerza tiró de su brazo para seguir buscando.


Finalmente apareció la princesa. Estaba sentada en un boliche del sector, a una cuadra de la casa, tomando una bebida. En una de las tantas vueltas, mi madre entró al lugar para preguntar
si habían visto a una pequeña con ricitos perdida (había pasado varias veces por fuera, sin ocurrírsele pasar a consultar), y al verme sana, salva y sonriente me abrazó, me retó, y me llevó de vuelta a la casa.

Cómo había llegado ahí? Salí caminando libremente de la casa, y me atrajo un grupo de niños que jugaba en un pasaje. Al pasar la hora, comenzaron a ser entrados por sus familias, y al ver que yo quedaba sola y desorientada en la calle, los papás de algún niño me llevaron a la botillería, que era una especie de bar de pueblo, para que me encontraran si salían en mi búsqueda.

Al dependiente del bar le llamó la atención que yo no estuviera asustada ni llorosa, y me dio una bebida, para tenerme entretenida, y me hizo hablarle de cualqui
er cosa. Por eso estaba tan animada cuando mi madre me encontró.

Llegando a la casa casi hubo una paliza. Un hermano del marido de mi tía, al verme aparecer, dijo "bah, ésta era la niñita perdida que estaba en la botillería", ya que había pasado a tomarse una "cañita" previo a su visita, y el dependiente le preguntó si conocía a la pequeña que feliz tomaba una fanta mientras hablaba imparablemente. Lo que casi le costó unos buenos golpes fue su escasa perspicacia, al no relacionar la búsqueda de su sobrina con la niña perdida del bar.Esta foto es de la época en que me perdí. El de la izquierda es mi hermano Claudio; sus manos sujetándome son un claro indicio de mi manía escapatoria. De hecho, en casi todas las fotos de esos años sale él afirmándome de un brazo. El de la derecha es mi primo Alexis.
Por dios que era linda en esos tiempos!




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