martes, 17 de julio de 2007

Es la noche, sólo la noche...

En la noche sueño que eres mío, que tus manos me acogen, que tu aliento perfora los muros infranqueables de mi destierro.

Es la oscuridad mi cómplice y compañera; me trae de vuelta tu silencio, tus ansias de invadir mis rincones, tu presencia aún a la distancia.

Su profunda bóveda ahuyenta mis miedos, me dice que soy bella, hace brillar mi espíritu; juego a ser tu amante experta, y me dejo llevar por las huellas que dejó tu piel en mi boca trémula.

Llega la luz del día, y su pálido fulgor me estremece. No estás en mi retina, no hay marcas de tu paso por mi almohada, tu voz se pierde en el tiempo sin retorno.

La claridad del alba se burla de mi ensoñación, me recuerda que tu alma vaga lejos, que tu carne olvidó mi pulso cautivo. Me pone frente a un espejo, delata el paso de los años en mi faz.

Mi cuarto se llena con el reflejo de colores ajenos. Las calles bulliciosas me aíslan; camino perdida, con los ojos grandes y húmedos de nostalgia.

Y vuelve a mis sentidos el crepúsculo, y tiemblo por tu cuerpo adormecido, por la caricia de tus manos grandes, por la cálida plenitud de tus brazos rodeando mi silueta.

Con el despojo de mi corazón aún palpitante.

Amanda Cabot.
Julio 17 de 2007.-
Con la sangre corriendo impúdica por mis venas de mujer intensa.






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